MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero MINERÍA / JUNIO 2024 / EDICIÓN 561 80 El tiempo, el duro tiempo, reclama su parte y el año de 1573 en gracia de Dios muere don Amador después de haber despilfarrado tamaña fortuna y sin descendientes en estas tierras. Coincidentemente, ese año se iniciaría la decadencia de la producción de azogue pero, a pesar de insólitas vicisitudes y algo de mal presagio, Santa Bárbara habría de continuar produciendo mercurio algunos siglos más. A la muerte don Amador siguió una larga cadena de juicios tanto por la posesión de la mina cuanto por los robos de azogue matizados con descomunales catástrofes mineras, como la ocurrida en los estribos del socavón Brocal, que hundió la techumbre de las labores, desplome que llegó hasta el pique del Nombre de Dios, distante media legua, la desgracia mató a 200 almas entre japiris y godos. La suma de esos nefastos acontecimientos acaecidos cuando Santa Bárbara aún no se recuperaba de los estragos de un terremoto ocurrido el siglo anterior, llevarían a la decadencia en la explotación de azogue visto que, en esas circunstancias, más barato salía traerlo desde la mina española de Almadén. Las autoridades reales, conscientes del grave problema que causaba la baja producción de azogue Angulo a nombre del virrey Francisco de Álvarez refunda Huancavelica con el nombre de “Villa Rica de Oropesa”, bautizándola así porque el virrey era hijodalgo de la casa del conde de Oropesa en España. La leyenda cuenta que, ya fundador y dueño de la antigua Villa Rica de Oropesa, Amador Cabrera acorde con la vida fastuosa de derroche y pompa con que Santa Bárbara le había recompensado, decide cumplir su más caro afán: ser libre, y con la mucha plata lograda, pavonear sus grandezas, para lo cual comienza por devolver a la Metrópoli a su esposa doña Inés, sin prever la soledad que los años atraen y, más pronto que tarde, comprendería que no obstante el dinero le siguiese llegando a raudales, el tiempo no aflojaría la cuerda y abrumado por los compromisos, las añadas y lo baldío de su vida, presagia el ocaso, por lo que con la humana codicia de continuar llenando la bolsa, decide rentar “su” Santa Bárbara, de manera tal que el arrendatario se encargarse de pagar el Quinto Real garantizándole eso sí, una especie de pago periódico que seguramente no necesitaba, pero que le pareció importante para mantener las buenas relaciones con la Corona y con sus cófrades beneficiadores de plata. 4. Huancavelica colonial en el siglo XVI.
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