REVISTA MINERÍA 563 | EDICIÓN AGOSTO 2024

MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero MINERÍA / AGOSTO 2024 / EDICIÓN 563 69 y 1538, quienes lo habrían ubicado en la zona del Sinú, pues en su recorrido lograron dar con templos y cementerios chibchas que les permitieron un buen botín. Tanta era su certeza sobre El Dorado que los Heredia lograron popularizar la frase: “Desgraciado del Perú si se descubre el Sinú”. Estos sucesos tornaron el manejo del acto de conquista en una fábula proverbial concebida como un lugar utópico que desde entonces se conocía como El Dorado e intuida como una gran ciudad construida y pavimentada de oro. Como sabemos nuestros antepasados americanos, incluidos los incas, veneraban el oro por su brillo asociándolo por esta característica al sol, y de ahí que por ventura los rituales presenciados les habrían servido para que sus calenturientas ansias fantaseasen la leyenda abreviada así: “Contábase que en una fastuosa ceremonia de coronación los Chibchas –pueblo de esos lares– usaban ceremonialmente oro en polvo para cubrir el cuerpo de su futuro rey y que la calzada por donde ascendería al tono la embellecían con láminas de oro y la adoquinaban con barras áureas. En el culmen del rito el monarca bruñido de oro saltaba al lago Guatavita a modo de ceremonia de ablución; en el ínterin los espectadores arrojaban objetos de oro al lago como ofrendas buscando la bondad de sus dioses”. Este rito ceremonial es el que habría dado lugar a la leyenda de El Dorado que don Juan Rodríguez Freyle en 1636 lo relata así: “La ceremonia que en esto había era que en aquella laguna se hiciese una gran balsa de juncos, aderazábanla y adornábanla todo lo más vistoso que podían […] A este tiempo en desnudando al heredero en carnes vivas y lo untaban con una tierra pegajosa y espolvoriaban con oro en polvo y molido, de tal manera que iba cubierto todo de este metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. […] En partiendo la balsa de tierra, comenzaban los instrumentos, cornetas, fotutos y otros instrumentos, y con esto una gran vocería que atronaban montes y valles, y duraba hasta que la balsa llegaba al medio de la laguna, de donde, con una especia de bandera se hacía el señal para el silencio. Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro, que llevaba a los pies, en el medio de la laguna … tras lo cual se abatía la dicha bandera y se reiniciaba el griterío que escoltaba el regreso del recién electo”. Ciertamente la ciudad de El Dorado nunca se encontró porque no existía, no obstante en 1580, Antonio de Sepúlveda intentó averiguar qué había en el fondo del lago Guatavita, el lago del ritual, y concibió el codicioso plan de drenarlo. Entonces ordenó desbastar una parte del borde de la pared de lecho para desaguarlo y hallar el tesoro que los años seguramente habían acumulado. Encontró solo algunos objetos de oro, y sucedió que antes que el lago pudiera ser desaguado por completo, un desprendimiento de tierra bloqueó el corte, y el nivel del agua volvió a subir. Se cuenta que desde entonces muchos los aventureros intentaron extraer oro del lago Guatavita, sin éxito. 3. Iglesia de la mina de San Antonio de Esquilache.

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