MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero EDICIÓN 571 / ABRIL 2025 76 luego sería llamado Cerro de Potosí. El afán de Diego era acreditar la tan comentada gran riqueza de esa zona. Sucedió que bajando de lo alto del cerro y, como es usual en esas alturas, se desató un ventarrón que lo tumbó y al parecer se golpeó en la frente quedando inconsciente un tiempo, luego, siempre según lo testamentado por él, se despierta y mira a todos lados, se levanta y como el viento seguía, se cobija junto al cerro porque la noche bajaba y comenzaba a sentir el siempre presente frío de la puna, entonces se le ocurrió prender una fogata para calentarse y cuál sería su susto cuando vio que de las laderas del cerro salían gotas de un líquido plateado que evidentemente era metal que había estado cuajado y que se despertaba al fuego. Siempre según el relato testamentario de Diego, Dios le habría abierto los ojos del entendimiento y supo que el metal que el cerro “lloraba”, era plata porque él en Porco ya había visto metal como ese y cogiendo un puñado bajó del cerro corriendo en busca de los otros cuatro cristianos que le habían acompañado, pero que por temor habían regresado antes de que se desatasen los vientos. Llegado a Porco le enseñó el mineral a don Álvaro de Olmedo. A partir de este hecho recurramos al propio Escribano Real don Rodrigo de la Fuente y Jerónimo Hernández, ante quien Diego señaló testamento, para que nos relate lo ocurrido a partir de aquí que, por lo demás, así consta en el susodicho testamento: “[Diego] le cuenta [a don Álvaro de Olmedo] lo que le había acaecido, el cual hizo burla de lo que el indio le decía, diciendo que era imposible que del Cerro Potosí hubiese él traído cosa tan rica. Respondió que cierto le decía verdad, y que si quería ver era así, se fuesen lo ver junto. Y a persuasión suya salieron de Porco y vinieron al Cerro de Potosí, que puede haber espacio de cinco leguas, y con dificultad iban subiendo al cerro, y llegando cerca de donde había sacado este indio el metal que mostró al dicho Alvaro de Olmedo, vino un viento tan grande, que desbarató y llevó la capa y sombrero y dio en tierra con el dicho Alvaro de Olmedo, de que recibió gran pesadumbre, que sobre el cansancio que traía del camino, tomó gran disgusto y le pesó de haber venido, por que temió destar en aquel lugar no usado despañoles, y de aqueste enojo dio al pobre indio (que (solo) le quería hacer rico) de bofetones y le tiró de los cabellos, y con este enojo y sobresalto no quiso llegar donde dicho indio había hallado el metal que le había mostrado, porque no le crió Dios para que este hombre fuese el primer que desta riqueza gozase, sino otro que después vino”. En el manuscrito testado Gualpa continúa narrando lo sucedido después con la riqueza que saldaría de su hallazgo. Inicialmente los chapetones no creyeron las peripecias del hallazgo de la plata en el cerro y a Diego le costó mucho convencerlos, por lo que: “Pasados veinte días, este indio Gualpa volvió al cerro de Potosí al lugar donde había traído el metal que fundió en Porco, y encima de la tierra estaba a manera de sebo regalado (así) del sol; dijo que con un palo lo juntó y echó cantidad dello en un costalejo o guayaca, que ellos dicen, y se bajó camino a Porco y lo fundió con el metal de allí y sacó muy fina plata. Por la mayor parte, los casos bien acaecidos en los hombres, sino se comunican con los amigos, no tiene el espíritu tanto contento como cuando los ha comunicado, y por gozar de este privilegio y contento, este indio don Diego Gualpa tuvo por amigo a un yanacona que se decía Chalco, natural del pueblo de Accha, junto al Cuzco, inga de nación, al cual le dijo haber hallado en el cerro de Potosí mucha riqueza de plata y le mostró lo que tenía en su poder de lo que había sacado del dicho cerro y cómo le había sucedido al haber hallado”.
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