30 Edición Semanal Lea el artículo completo en: http://t.ly/Gk73u Patricia se acercó a Mario, quien se hallaba casi hundido en un sillón, y con un gesto de cabeza indagó como se sentía. −Todavía fastidiado, dijo él. −Bueno, toma esto−, replicó ella alcanzándole unas pastillas y un vaso con agua. −¿De qué son…?−, intentó saber el escritor. −¡Tóoomalas nomás, Marito!−, dijo contundente ella. El discurso que no se pronunció Ya de noche en la cena todos nos reunimos en un salón del área de esparcimiento del campamento El Pinar, que en verdad era una magnífica urbanización en una loma de la ciudad, rodeada de un bosque de pinos y con una vista privilegiada a la cordillera Blanca. Hacía frío, en esos días llovía fuertemente, pero el ánimo era bueno. Ya estábamos sentados en diversas mesas. El chef del servicio de Sodexo que trabajaba para la minera, había pedido anunciar personalmente los platos. Así que me puse de pie, di una brevísima bienvenida (por razones que luego explico), y anuncié al chef francés. Todos sonrieron pensando que se trataría de alguna broma, pues se llamaba nada menos que Stephan Champagne.
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