MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero EDICIÓN 575 / AGOSTO 2025 108 se lo representa como un hombre pequeño, sonriente, cargado de miniaturas de bienes materiales (comida, casas, billetes, electrodomésticos, etc.) y aunque propio de las culturas Pucará y Tiahuanaco fue también “adoptado” por los aimaras e incas como símbolo de buena suerte. Contrariamente el Ukako, salvo en las minas, no aparece como una figura mitológica relevante en la mitología andina ni es ampliamente conocido en las mitos pastoriles como el Ekeko. La Cueva del Diablo: mito y memoria en la tradición potosina De las leyendas de espanto relacionadas con las minas altiplánicas la más conspicua es la referida a la Cueva del Diablo. Como no podría ser de otra manera la ubican en el conocido y mítico Cerro Rico de Potosí que, sabemos, durante la conquista y el virreinato fue uno de los veneros más importantes de disfrute de plata. De entonces se narra que por codicia algunos angurrientos y desesperados mineros chapetones urdían pacto con el Diablo en una cueva secreta. La leyenda en sí cuenta que, cuando Potosí era una de las ciudades más prósperas la Colonia y del mundo gracias a la plata del Cerro Rico, existía una cueva secreta donde los mineros desesperados por la riqueza o por el sufrimiento que les causaba el trabajo en la mina hacían un “compromiso” con el Diablo. Según el relato el Diablo les ofrecía oro y plata a cambio de sus almas. Los que aceptaban el trato deslumbrados por la codicia, con el tiempo comenzaban a perder la razón obsesionados por el oro y morían misteriosamente sin que nadie supiera dónde ni cómo. La cueva –contaban los curtidos mineros de la ubérrima mina– se ubicaba en las profundidades del socavón. Con el tiempo, tal nivel de desarrollo de la mina se convertía en un lugar temido. Se decía que quienes entraban nunca regresaban, y que ecos espeluznantes, sonidos de cadenas y gemidos lastimeros poblaban esa oscuridad. Hubo quienes aseguraban oír gritos y susurros que no pertenecían a ningún ser humano, otros juraban que llegaron a ver al mismo Diablo arrastrando un saco de oro dando vueltas para atraer a nuevos incautos a cambio darles badanas llenas de oro listas para sacarlas. Sin duda esta leyenda sirvió de reflexión para quienes buscaban riquezas a cualquier costo, pero también para tener a la vista las duras condiciones que desafiaban los mineros del Cerro Rico, donde muchos perdieron la vida por enfermedades y accidentes que, subrepticiamente los dueños y patrones achacaban a esas fuerzas sobrenaturales. Hoy, la Cueva del Diablo sigue siendo parte del imaginario popular de Potosí atrayendo tanto a turistas como a locales, es más, muchos creen que la montaña aún guarda oscuros secretos en sus entrañas. 4. El Tío.
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