MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero EDICIÓN 577 / OCTUBRE 2025 103 una luz tenue y detrás una criatura diminuta, arrugada, vestida como minero, rebuscando en su mochila. El miedo lo paralizó, sin duda era el Muqui. Entonces escuchó una voz grave, como si la tierra misma hablara, que le ofrecía un pacto: si le entregaba cada semana un hualqui repleto de coca durante un año, él haría que su cuadrilla fuera la más productiva, la más rica. Temoche aceptó a sabiendas que había algo oscuro en tal trato, pero la promesa de riqueza era tentadora. Desde entonces, todo cambió. La tierra se volvió dócil, como si los invitara a extraer sus secretos. Abrían túneles con facilidad, encontraban vetas brillantes, y la empresa no tuvo más remedio que pagarles el “Colectivo”. Con el dinero, Vilcas ayudó a su familia a prosperar en Ancobamba. José Herrera se volvió más amable, aunque aún decía tonterías cuando chupaba. Temoche compró terrenos en La Oroya y, pensando en el futuro de sus hijos, un local en Huancayo, donde había decidido terminar sus días. Pero algo no lo dejaba dormir tranquilo. A veces, en medio de la noche minera, creía escuchar el eco de pasos pesados bajo tierra. Como si alguien –o algo– aún lo buscara. Una prima suya, llegada de las minas de Pataz, lo visitaba en La Oroya. Sabía leer las hojas de coca y, Temoche inquieto por sus sueños y silencios, aprovechó la ocasión para que le leyera el futuro. Lo que ella vio lo estremeció. Le dijo que ese dinero que ahora tenía no era verdadero, que le daba una fortuna falsa y, que mientras más alto llegara, más dura sería la caída. Le advirtió que debía romper ese pacto cuanto antes, o de lo contrario, tanto él como su familia correrían un grave peligro. Fue entonces cuando Temoche decidió enfrentar al Muqui. Sabía que sería un encontronazo, pues se trataba de romper un pacto sellado en lo profundo del socavón, allí donde el tiempo no corre como afuera y donde las palabras pesan tanto como el mineral. Al amanecer, bajó de la jaula con el corazón latiendo con fuerza. Encontró al Muqui sentado sobre una piedra húmeda, junto al bolso de coca que le había dejado para la semana y, envuelto en sombras que parecían respirar sus ojos brillaban como carbones encendidos. Temoche se acercó con reverencia, y con voz temblorosa le habló: 5. Abra de Anticona, FFCC en Ticlio.Detrás los edificios administrativos de la antigua mina de Ticlio, sitio del Muqui ticliense.
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