MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero EDICIÓN 577 / OCTUBRE 2025 97 jan ofrendas en algún rincón oculto para que mitigue su soledad: le gusta hojas de coca, alcohol, cigarros e incluso dulces o juguetes pequeños y, más que por miedo, lo hacen por respeto. Él en silencio, reúne todo y desaparece como sombra entre los socavones. Una de las quimeras más conocidas sobre los engaños del Muqui entre los mineros cerreños es el de Octavio, un trabajador joven y recién casado que a inicios del siglo XX había ingresado a la Cerro de Pasco Cooper Corporation. Octavio era inquieto y curioso y desde su primer día de trabajo escuchó las historias del Muqui con fascinación. Su esposa, que vivía en un pequeño pueblecito a orillas del Mantaro y quien esperaba su regreso cada fin de semana, ya había notado en Octavio una conversación terca: — ¿Sabías que el Muqui esconde montones de oro en la mina? –le preguntaba Octavio durante la toda la tarde, casi como una letanía–. — ¿Crees que de verdacita haiga oro pues? –respondía ella–. — ¡Claro pues! ¿No ves que todos lo dicen? ¿De dónde pues sacará tanto oro ese pícaro? Las preguntas iban y venían cada semana y las conversaciones se volvían obsesión, y la obsesión un día se transformó en acción. Octavio prometió a su joven mujer que cuando regresara a la mina, encontraría solución a sus problemas de recién casados: atraparía al Muqui. Se llenó de valor y eligió una noche de luna nueva, se escondió en lo profundo de la mina, justo en el rincón donde los mineros dejaban sus ofrendas diarias y por eso, se dijo, tendrá que venir a llevárselas. Se cubrió con una manta negra, dejando apenas una abertura para espiar, y encendió una pequeña lumbre que lanzaba sombras caprichosas sobre las paredes húmedas del socavón. Las horas pasaban lentas y pesadas y el silencio era espeso, pero, alrededor de las 1. Pique la Esperanza del Cerro de Pasco en 1902 junto a talleres, oficinas y campamentos para trabajadores, Cerro de Pasco.
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