36 Edición Semanal vertirse en oportunidades de negocio si se manejan correctamente. Por ejemplo, existen relaveras antiguas que hoy presentan problemas de estabilidad o generan aguas ácidas. Su retratamiento podría no solo resolver el impacto ambiental, sino también generar márgenes económicos atractivos. En el caso del oro, muchas minas operaron con precios de apenas US$ 30 por onza, mientras que hoy superan los US$ 4 mil. Con ese escenario, revalorizar relaves antiguos sería un buen negocio. Si la legislación no facilita este tipo de proyectos a los mineros formales, la informalidad ocupará ese espacio, generando más pasivos que, nuevamente, terminarán siendo responsabilidad del Estado y de todos los peruanos. Algunos pasivos, como antiguos campamentos mineros, podrían transformarse en infraestructuras útiles: hoteles, escuelas o centros de innovación. Un ejemplo claro es Colquirrumi, en Hualgayoc (Cajamarca), donde se ha logrado dar una nueva vida al territorio convirtiendo las instalaciones en una escuela técnica. No tiene sentido destruir estos espacios si pueden generar valor y bienestar. Sin embargo, la autoridad ambiental prioriza las sanciones y multas, mientras el Ministerio de Energía y Minas no impulsa proyectos de rehabilitación para zonas que no representan riesgos reales.
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