REVISTA MINERÍA 563 | EDICIÓN AGOSTO 2024

MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero MINERÍA / AGOSTO 2024 / EDICIÓN 563 68 para siempre, la mina desapareció al derrumbarse su bocamina y enterrar al poblado y precisamente de este hecho deriva su nombre pues Chaucalla según J.C. Tello en quechua significa: pueblo enterrado o pueblo bajo tierra, aunque quizá esta sea la misma mina de oro de Cotahuasi llamada de Montesclaros que fue explotada hacia 1612 cuando fungía como virrey don Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros, en cuyo honor se habría designado así. En sus crónicas de conquista, Fray Buenaventura Salinas da cuenta a los cortesanos españoles que en 1630 las minas virreinales de oro que se hallaban en plena labor eran: Carabaya, Canas, Canchis, Chilpacas, Chimbo, Collay, Chocorbos, Cuenca, Daroca, Guayllay, Labia, Mandinga, Popayán, Quixos, San Juan del Oro, Sarguansongo, Valladolid, Vilcabamba y Zaruma. Después se sumarían las de Alpacay en 1680, Corunga en 1758 y Chalhuani en 1775. Nada despreciable botín para la insaciable avaricia de los conquistadores. Sin duda el sur del Perú colonial fue inicialmente pródigo en oro, pues además de las localidades mencionadas destacaron otras en La Convención, Paucartambo y Cotabambas –Cochasayguas–. En los Andes centrales de los inicios coloniales también el oro marcó su presencia principalmente en los lavaderos de Pallasca y en Pataz bendecido suelo que aún hoy después de cinco siglos mantiene una gran producción aurífera ahora acalorada, por decir lo menos. Cuando los vientos libertarios peruanos comienzan a soplar anunciando el final del virreinato, don Francisco Gil de Taboada (1790–1796), trigésimo quinto virrey del Perú, informaba a la Metrópoli que en estos reinos existían 69 minas de oro en actividad con 122 molinos amén de otros lavaderos auríferos. Y ya en los umbrales de la Emancipación, en 1818, Rivera y Ustáriz dizque estaban en operación las siguientes minas: Pomasi, Paratía, Lagunillas, Angostura, Quillogillo, Chupica, Amatía, Chuallani, San Antonio de Esquilache, Carachanca, Chuique, Pompea y Cancharani. La leyenda de El Dorado Como solícito final a esta resumida saga sobre la primigenia minería aurífera en el virreinato peruano, vale aquí aludir a aquella prístina leyenda que afanó las calenturientas avideces de los conquistadores, la trasmito, mutatis mutandis, tal como figura hoy en la virtualidad que vivimos. Cuentan que hacia la década de 1530 desde Panamá los recién llegados conquistadores se lanzaban a conocer los sureños reinos del Imperio Inca y que al atravesar las selvas de lo que hoy es Colombia les habría llegado a oídos fabulaciones sobre un quimérico y legendario reino que tenía como marco a estas tierras, este relato habría sido “confirmado” por la expedición de los hermanos Pedro y Alonso de Heredia y sus sucesores entre 1532 2. Ruta de plata desde la mina virreinal peruana de Potosí.

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