MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero MINERÍA / AGOSTO 2024 / EDICIÓN 563 71 tal fantaseada ciudad de oro, el Perú sí entregó mucha riqueza áurea, sobre todo, durante la conquista y al inicio de la Colonia. Las minas de plata En el Perú desde la llegada de los españoles la mineración de plata fue más o menos fecunda y este carácter siempre ha pesado en el subconsciente colectivo del peruano al punto que incluso la tradición juglaresca catalogada como “la Guardia Vieja”, nos habla de ello, verbi gratia cuando nuestros bardos al rememorar las bondades de la tierra latinoamericana destacan en ella las minas de plata peruanas: “Toda comarca en la tierra tiene un rasgo prominente, el Brasil su sol ardiente, minas de plata el Perú, Montevideo su cerro, sus pampas tienen los dos…”, así ha sido siempre y, antes más que ahora la historia glosó esta característica nuestra, cual suspiro de algo consumado. Este es el sumario de las cuestiones más destacadas sobre las minas de plata peruanas durante la virreinal Colonia. Frente al despropósito de hallar oro a como diese lugar, la minería aurea devino en estrechez porque su tecnología no iba más allá de literalmente recoger oro del suelo sin más y, aun cuando lo rebuscaron con avidez, tuvieron muy poco éxito visto lo cual y muy a su pesar, recalaron en la plata de la que por su insólita abundancia y aún con su precaria destreza minero metalúrgica, lograron cantidades inconcebibles para la época. Conscientes de su pobreza tecnológica se vieron obligados a ensayar una precaria amalgamación con azogue para lo que sin duda contaron, una vez más, con ayuda divina, pues azogue hallaron a raudales en las minas de Santa Bárbara, eso sí, no llegaron a procesar cantidad suficiente para su avaricia hasta cuando en los tiempos del virrey don Francisco de Toledo, el minero Pedro Fernández de Velasco introdujo el método de Amalgamación en Patio que Bartolomé de Medina ya había establecido en Nueva España, método que como es de suponer trajo muchos logros a los chapetones peruvianos suficiente para desarrollar diversos y heterogéneos yacimientos argentíferos entre los que destacaron especialmente los de Castrovirreyna y San Antonio de Esquilache, amén de los ingentes en Huaylas con su epónimo Colqueproco, el Cerro de Plata –según su etimología quechua–. 5. Portada de la casa de moneda de Potosí, en 1767.
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