PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 114 115 Prueba para sabe consistía en asistir al Ingeniero jefe de elaboración, un señor Solano que estaba en ese puesto desde hacía 18 años. Pero sucedió que a los pocos meses demi arribo surgióunproblema entremi jefe y la administración y el Ingeniero Solano debió renunciar. Don Enrique Pardo me dijo: “El Ingeniero Solano se retira, ¿usted quiere ocupar ese puesto?”. Un poco sorprendido, peroestimuladopor lapropuesta, aceptéel encargo.Yo tenía 22años ya esa edadme convertí en jefede elaboraciónenTumán.Asumí el reto y me dediqué al trabajo noche y día. Se acabaron mis turnos de docehoras,mi permanencia era completa yaque yoera el responsablede mantener en funcionamiento la planta. Así fue como pasé de ingeniero asistente a ingeniero jefe de elaboración con un sueldo de 400 soles. Vivía en la hacienda, trabajaba en el ingenio y al principio, como asistente, tenía que hacer largos turnos: entraba al ingenio a las tres de la mañana y salía a las tres de la tarde. También en la minería era frecuente que se hicieran turnos de doce horas, pues nohabía suficientes trabajadores parahacer tres turnos deochohoras. En los primerosmeses tenía que controlar el proceso de elaboración del azúcar, estar atento al trabajodel personal yque las operaciones se realizaranen formaóptima. El ingenio es una fábrica que nunca se detiene, funciona las 24 horas y todos los días de la semana. Solo se paraban las máquinas dos o tres días al mes para hacer tareas demantenimiento. Esa era una exigencia no tan fácil de cumplir con poco personal. Los domingos eran los días más problemáticos porque la gente se quedaba en sus casas. Había que enviar a los vigilantes a caballo para que los fueran a buscar y, como se decía, que los “arreasen”. El estilo de trabajo en una gran hacienda azucarera era sumamente rígido.Unade las cosasquemásmechocabaerael calabozo, endonde los vigilantesmetían a los peones que infringían las reglas. Era un sistema que nunca había visto. Yo estaba conminado a llevar un cuaderno y apuntar allí las multas que, también por obligación, tenía que aplicar a los trabajadores que cometieran alguna falta. Trabajadores que ganaban dos soles diarios eran castigados con multas de 20 centavos. Todo eso me molestaba, pues no correspondía con mi carácter. En la minería, que por entonces también padecía de falta de mano de obra y de personal calificado, las cosas se arreglaban de un modo menos disciplinario. Es verdad que en la hacienda se trabajaba con mucha más gente, sobre todo en el corte de caña a golpe de machete. Al poco tiempo de llegar a Tumán me di cuenta de que la hacienda era un verdadero feudo; incluso nosotros, los empleados, estábamos sometidos a un sistema muy rígido. Por ejemplo, en nuestras horas de descanso no podíamos ir a Chiclayo, que estaba a unos 45 minutos de camino, si no teníamos permiso. Pero esos inconvenientes eran secundarios, al menos al principio, cuando toda mi atención estaba puesta en cumplir con las redobladas responsabilidades que había aceptado. El proceso para fabricar azúcar

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