PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 122 123 Prueba para sabe Esa experiencia fue muy importante. Quizá el primer problema profesional que tuve que afrontar y resolver. Cuando todo se aclaró,mis bonosdentrode laorganizaciónsubieron. Esoexplicaque, pocodespués, cuando llegaron febrero y las fiestas del carnaval, los responsables de la hacienda me propusieron el viaje a Lima en avión. Mi carrera en la hacienda estaba en ascenso, pero también por concluir. Sucedió que Don Carlos Díaz Ufano convenció a mi padre para queme viniera a trabajar con él en laManufacturera deVidrio. Así dejé ese primer trabajo enTumán sinmucho sentimiento. La verdad es que había demasiadas intrigas en el ambiente cerrado de la hacienda, nome sentía en confianza con el administrador Dornellas Pardo yme pesaban las restricciones que teníamos. Por ejemplo, el no poder salir de la hacienda sin un permiso. Lo cierto es que la hacienda funcionaba un poco como un cuartel. DejéTumánmás bien feliz, aunque síme alejé conpena del grupode personas con las que había llegado a entablar una buena amistad. Entre ellos estabanEmilioVargas, Armando Filomeno, JuanGiannotti, Juan Polack, A.Maurer, AugustoTorcello yValentínVillalobos. A iniciativa de ellos, poco antes de mi partida, se realizó una fiesta de despedida con discursos de ofrecimiento y agradecimiento como se estilaba en aquella época. Pude darme cuenta entonces de quemis compañeros de trabajo apreciaban sinceramente algunas características que siempre he tratado de inculcar allí donde he trabajado: un ambiente que propicie el mejor esfuerzo de todos, valoración del trabajo de los subalternos, exigencia pero también comprensión. ComodijoValentínVillalobos en sudiscurso: “Dirige con la cabeza y actúa conel corazón”. Esa despedida demis compañerosme sirviópara ser conciente de que, colocado enun cargo de responsabilidad, había podido encontrar dentro demí ciertas capacidades que me permitían no solo cumplir con mi objetivo sino lograr que los demás hicieran un mejor trabajo. Al regresar a Lima, a mediados de 1945, tenía 23 años y me sentía mucho más seguro que aquel muchacho que había partido apenas un par de años atrás.

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