PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 226 227 Prueba para sabe conocidos en común y que habíamos contratado la misma agencia de viajes.Hablamos de todo, principalmente de las últimas novedades de la Lima de entonces y de algunos personajes entrañables. La conversación fue relajada yfluida, navegaba sobre el aromadel cognac y remontaba las lagunasde lamemoria; sinembargo, ella evitósiempre entrar en terrenos más personales. Ni siquiera me quiso decir su nombre, su dirección o darme una seña suficiente. Sí memencionó que se quedaba enMéxico para tomar su conexión a San Antonio, Texas, donde su hermana iba a dar a luz y, entre las risas de una conversación ya más relajada, se le escapó el apellidode casada. Finalmente llegamos aMéxico y en el resto del vuelo no quedó más que el rumor de su presencia. “Buenos días, señorita. Si fuerausted tanamable…Tengounencargo para la señoraVerme, compartí un vuelo con ella la semana pasada y he traspapelado sudirección. ¿Podría proporcionármela, por favor?”, le dije a la funcionaria ya de regreso enLima. Supresencia casi permanente en mis pensamientos guiómis pasos hacia la única pista que tenía de ella: la agencia de viajes. Conseguí la dirección prontamente a sabiendas de que esa finísima mujer, dieciocho años menor que yo, se quedaría con su hermana al menos dos meses más en Estados Unidos. Completé su nombre, le escribí una carta, pasaron losmeses ynunca recibí respuesta. Un día iba manejando cerca del Centro de Lima, por una de esas calles colindantes a Guzmán Blanco, y paré en un semáforo. Instintivamente volteé a ver el auto que quedó aparcado a mi lado y me di con la sorpresa de que era ella. Me invadió un breve aliento de felicidad, le hice señas normalmente ininteligibles pero en ese medio lenguaje logré convencerla de que se detuviera. Así nos hicimos amigos. Pilar trabajaba en la prestigiosa galería de arte de Ivonne Briceño, en San Isidro, y allí acudí varias veces para buscarla y conversar. Pasaron uno, dos, tres años y de la forma más natural fue germinando entre nosotros ese intenso sentimiento que nos mantiene unidos hasta hoy. Tras el accidente en Italia, la situación física de Gladys seguía siendo complicada, lo mismo que su estado de ánimo y, si bien yo ya estaba separado, me dispuse a dejar bien ordenadas las cosas con ella e inicié oficialmente lo trámites del divorcio. Fue una decisión difícil y como consecuencia tuve, por igual, el apoyo y la censura de la mitad de mis familiares y amigos. Adicionalmente, Pilar tenía tres hijos, Juan Carlos, Miguel y José Ignacio, quienes con el tiempo le han dado cinco maravillosos nietos, Alessio, Alma Cocima, Romeo, Camilo y Cocimo. Poco a poco, Pilar y yo, unidos desde la honestidadde nuestros corazones nos fuimos haciendo más fuertes. En el año 80, JuanCarlos Verme padre, ya divorciado de Pilar, había matriculado a su primer hijo en un internado suizo. Yo fui a pedirle muy gentilmente que me autorizara a instalarlo en su nuevo colegio acompañando a Pilar, y así lo hicimos, pero poco tiempo después, por problemas de presión alta y debido al mal funcionamiento de los riñones murió el padre.

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