PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 28 29 Prueba para sabe se hacían siempre la misma pregunta: “¿Por qué Ernesto siempre está persiguiendo a Julia?”. Un pocomás crecidos, el amor entre los primos hermanos sería un secreto guardado entre ambos y la primera barrera que tendrían que vencer. Las relaciones entre primos hermanos no estaban permitidas por la iglesia ni bien vistas por la familia que, entonces, tenía temores fundados en la hemofilia, una enfermedad hereditaria que atacaba a los vástagos de las casas reales de Europa por casarse repetidamente entre ellos. Por esa razón tuvieron que mantener su amor en secreto durante cierto tiempo. Cuandomi padre se graduó en la Escuela de Ingenieros y lo destinaron a realizar una larga visita de inspección en las pequeñas minas del sur, la relación continuó por escrito. Peromi madre no podía recibir esa correspondencia delatora en su casa. Por esa razón, él le escribía a la oficina de correos de Barranco, donde ella las recibía bajo el seudónimo de Julia Claudin. Esas eran las cartas románticas que, años después, sus hijos convertiríamos en cenizas para que nadie más hurgara en esa deliciosa intimidad. Finalmente, cuandomi padre ya estaba trabajandoenCastrovirreyna obtuvieron el permiso de la familia y seguramente la autorización eclesial o, al menos, la del confesor, para poder casarse. La boda fue en Lima el 22 de mayo de 1921, y sin mayor pérdida de tiempo se fueron a vivir a Cerro de Pasco, donde mi padre había conseguido un nuevo trabajo. Ernesto ya estaba acostumbrado a esa vida, pero Julia era una señorita que no había salido de Lima. Sin embargo, fue toda su vida una gran compañera que nunca se quejó de las condiciones que el trabajo de él les imponía. Cuando llegaron a la fundición de Huaraucaca, en la que vivieron al principio, la compañía les entregó un par de cuartos donde debían vivir. Poco tiempo después, mi padre le escribió una carta a Don Eulogio Fernandini, el propietario de lamina, para pedirle que enviase, desde Lima, algunos aparatos sanitarios para construir un pequeño baño. A vuelta de correo, Don Eulogio escribió: “¿Qué les pasa? Yo siempre hice en el campo y mi esposa en bacenica”.

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