REVISTA MINERÍA 564 | EDICIÓN SEPTIEMBRE 2024

MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero MINERÍA / SEPTIEMBRE 2024 / EDICIÓN 564 91 turaleza apareciera, según es, coma el teatro de las maravillas, [se sentía colmado por] la atención de aquellos pequeñuelos [que] tenía el mismo grado de intensidad y de arrobamiento que la primera infancia pone en los prodigios de las fábulas". ¿Acaso estos momentos privilegiados pertenecieron al ensueño? Nuevamente el estado de salud empeora. Era el 19 de septiembre, día de su cumpleaños, Arrigoni y toda su familia le habían preparado con gran cariño una velada, pero don Antonio no pudo soportar la fatiga y la emoción de la fiesta: se desvanece y nuevamente necesita un descanso total. Rápidamente su estado se agravó, se le declaró una pleuresía. Las noticias iban y venían. La angustia aumentaba. "El fiel Malinowski, muy alarmado, llamó desde San Pedro al doctor Maurtua del Callao, quien llegó el 1° de octubre y encontró al enfermo en estado comatoso... ". A pocos días llegó también Chiarella. Otros cuatro médicos, sus amigos Maurtua, Chiarella y el propio Arrigoni que no lo dejaba ni de día; ni de noche, médico, hermano compañero del alma... pero ninguno de ellos pudieron frente al mal: ni su sabiduría de médicos, ni su voluntad y afecto de amigos. La resistencia de Antonio, las luces de esperanza, todo fue fugaz. Él, que había vencido tantos obstáculos, que había tenido a la fatiga como hermana, que había llenado con letras regulares tantas libretas de campo y páginas, no tenía más fuerza para trazar su nombre. Avisado de la gravedad de su padre, su hijo Enrique llegó de Lima. El 26 de octubre, a las diez de la noche, moría don Antonio Raimondi; estuvieron a su lado sus seres más queridos, sus amigos de siempre: Elvirita, Enrique, Arrigoni... todos. Solo faltaba Adela, enferma, ausente; que no podía entender... Años después Isaías Ramírez contó que "nunca olvidara la noche memorable del 26 de octubre [1890]. La ciudad se sobrecogió de dolor cuando las campanas parroquiales tocaron a muerto, a las nueve y diez minutos, anunciando que había pasado a mejor vida su huésped distinguido, al que verdadera veneración y a quien autoridades, facultativos, el pueblo todo, en piadosa romería, se acercó a rendir tributo de admiración al gran sabio y naturalista. El cadáver fue velado en la Iglesia Matriz, en espero de la nave que debía conducirlo a Lima, y en el acto de trasladar el ataúd, con destino al puerto, [tuvo] la gloria de llevar en [sus] hombros el cuerpo inanimado de Raimondi, en unión de otros alumnos del modesto colegio municipal de San Pedro". "El desfile fue imponente, en relación a los pobres recursos del patriota y abnegado pueblo sampedrano. Formaban cortejo los funcioAntonio Raimondi.

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