PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 98 99 Prueba para sabe Salvo tal vez la textil, la industria casi no existía en el Perú. Como la escuela no tenía grandes instalaciones se hacían prácticas de campo. En tercer o cuarto año tuvimos prácticas en la fundición de La Oroya, donde íbamos los industriales y losmineros. Tambiénhicimos prácticas en laCompañíaPeruana deVapores, donde el grupodemi especialidad estuvo embarcado durante un mes en el “Urubamba”, un viejo barco que hacía viajes de cabotaje por la costa. En ese tiempo hicimos el recorrido del Callao a Tumbes y del Callao a Ilo, ida y vuelta, a lo largo de la costa. Nuestra práctica consistía en hacer turnos para atender los calderos y los motores. Las prácticas de verano y de las vacaciones de medio año era otra de las buenas costumbres establecidas por la Escuela. A todos se nos asignaba un lugar donde realizarlas de acuerdo a cada especialidad, sea en fábricas, talleres o empresas. También tuve la oportunidad de practicar en la Fábrica de Vidrios La Colonial y en la concentradora de Huaraucaca. Sin embargo, todavía me sobraba tiempo o ganas para unirme a dos prácticas que hicieron los compañeros que seguían ConstrucciónCivil. El primero fueunviajepor carreteraLima–Trujillo – Contumazá – Cajamarca – Celendín – Huamachuco – Trujillo – Lima. El otro viaje, tambiénpor carretera, fue Lima –Huánuco–Tingo María, hasta el llamado Boquerón del Padre Abad, donde estaba el campamento de los Ingenieros y el fin del camino. Otra actividad, que tenía algode práctica y algode trabajo, fue la que desarrollamos en Santa Beatriz a cambio de tres soles por cada día de asistencia. Ese fue el primer salario que recibí enmi vida. Atrás del local donde funcionaba elMinisteriode Salud estaba laDireccióndeMinería delMinisterio de Fomento, que trataba de desarrollar unas cocinas con briquetas de carbón de antracita de la cuenca del Río Santa. La idea era interesante, pues podía proporcionar una manera económica y limpia de cocinar los alimentos, sobre todo para la gente de la sierra, pero había una dificultad: sucede que la antracita esmuy difícil de encender. Nuestro trabajo consistía enhacer una seriede experimentosmezclando la antracita con melaza y otros materiales para lograr que este carbón, que es barato y muy abundante, tuviera un uso doméstico. Ignoro qué destino tuvieron esos experimentos pero debo suponer que no se logró el objetivo ya que las cocinas con antracita nunca se difundieron. Mi última práctica universitaria, al pasar al quinto año, la hice en la hacienda Tumán, en Chiclayo. Esa práctica fue el comienzo de mi trabajo profesional. Allí estuve dos meses cumpliendo turnos de doce horas, dedicándome al trabajo con cuerpo y alma, con la pasión propia de la juventud. Tanta dedicación debió ser notada por los propietarios de Tumán, la Familia Pardo, pues hacia el fin de añome llamaron para ofrecerme un contrato. Con ese contrato terminó una etapa y comenzó otra. Ya era un profesional aunque todavía desconocieramuchas cosas. El resto lo aprendería en el trabajo.

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