Ernesto Baertl 126 127 Prueba para sabe DonCarlosDíazUfano era una personalidadmuy conocida ya que, además de ser el gerente de la fábrica, era el presidente de la Sociedad Nacional de Industrias. Su idea al contratarme eraque yome involucrase totalmente en el trabajo para que, de esa manera, él pudiera estar un poco más ausente del día a día de la fábrica y tuviera más tiempo para sus otras exigencias de representación. Ese plan funcionó y en poco tiempo pude conectarme muy bien con el personal. A diferencia de Tumán, en la Manufacturera de Vidrio me recibieronmuy cálidamente. Había un señor San Román quemanejaba toda la parte de la producción; el amigo Vela era el mecánico, don Juan ManuelBravoRuedael administrador; unparientenuestroydonErnesto Krumdick, estaba a cargo del almacén de materiales. Todas buenas personas con las que me entendí bien desde el principio. Comencé en la Manufacturera de Vidrio a fines de 1945 y estuve allí hasta la mitad de 1950. Fueron prácticamente cinco años, no poco tiempo. El vidrio blanco que fabricábamos se hacía de sílice traído de Llocllapampa, en Huancayo, carbonato de sodio que se importaba y cuarcita que provenía de una cantera de Chorrillos. Esos elementos se mezclaban en determinadas proporciones y se metían dentro de un horno que usaba unos quemadores de petróleo a 1600 o 1800 grados centígrados. En el horno se fundía el material y pasaba a los alimentadores para que el vidrio fuera saliendo y enfriándose, dejando caer una cantidad determinada, a la temperatura adecuada y sincronizadamente dentro de los moldes que dan forma a la botella. Estos moldes eran parte de las máquinas automáticas de fabricación norteamericana marca Lynch. En el siguiente paso entraban los templadores, donde el vidrio iba enfriándose muy lentamente porque de hacerlo violentamente terminaba quebrándose. Ese era el proceso de fabricación, en apariencia muy sencillo pero que tenía sus complicaciones.Mientras trabajé en la fábrica entramos en una etapa de crecimientomuy interesante. Probablemente el país estaba demandandomejoresproductos ymayores cantidades, así que sedecidió construir un hornomásmoderno y traer lamaquinariamás avanzada disponible en esemomento. Las obras comenzaron a ejecutarse y quedé a cargo de implementar el proyecto. Mi preocupación era tan grande que llevé mi cama a la fábrica y durante seis meses dormí allí. Decir que no salía de la fábrica sería un poco exagerado, pero lo cierto es que me tomé muy en serio esa tarea. Instalé la cama en un depósito y en las noches me levantaba para ver este horno, cuya construcción me parecía la cosa más increíble. Se trataba de un horno inmenso, hecho con unos bloques de material refractario, todo importado, que tenían que ser colocados con una gran precisión. Con el maestro de obras Gutiérrez y con la ayuda de los planos, quedé encargado de que este inmenso horno funcionara bien. Fue una tarea titánica. Una vez terminadode construir, llega la etapamás terrible: calentar el horno, lo que demoraba entre veinte días y unmes. Era unprocesomuy
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