Ernesto Baertl 162 163 Prueba para sabe A su regreso de los Estados Unidos, en 1942, se vinculó con León Rosenshine, Felipe Beltrán, los hermanos Picasso y con Froilán Guzmán, a los que interesó en distintos proyectos. La mayoría de ellos eran socios capitalistas pero carecían de lo que tenía mi padre: el conocimiento sobre el terreno y la experiencia para lograr que un yacimiento se convirtiera realmente en una mina productiva. Así comenzó una nueva etapa en su carrera, impulsando proyectos como Volcan, Castrovirreyna, Caudalosa y Pacococha. Junto a sus amigos Venegas, Nycander y Cáceres negociaron con Agustín Arias C. las concesionesmineras de la zona deMilpo, enCerro de Pasco, y con don Manuel Montori formaron la Compañía Minera Milpo. La segunda parte de la vida activa de mi padre tiene mucho que ver con el famoso Código de Minería de 1950. A partir de ese momento comenzó a tomar cuerpo una actividad que había estado estancada y medio dormida durante muchas décadas. Con esa ley comenzaron a trabajar un conjunto de minas en las que mi padre tuvo un papel relevante. Ese momento histórico coincidió también con el fin de la Segunda Guerra Mundial y con el inicio de la guerra de Corea. Se promovieron nuevos emprendimientos y se cotizaban precios muy altos para el zinc y para el plomo, ya que Estados Unidos trataba de hacer reservas estratégicas. El Código de Minería estuvo basado en unos incentivos tributarios muy importantes. Las ganancias no tenían altos impuestos y las reinversiones no se consideraban como gastos sino que se capitalizaban. Esas condiciones favorables propiciaron un florecimiento de laminería en el Perú y también la presencia de nuevas compañías extranjeras como la Marcona Mining. Aparte de ser promotor o accionista, mi padre actuó como organizador y administrador de distintas minas. Entre ellas está una de las minas de estaño que actualmente tiene la familia Brescia, antes propiedad de la Grace. Esa compañía norteamericana tenía dos minas muy importantes: la mina de estaño San Rafael, en Puno, y la mina Raura, polimetálica, en las alturas de Huacho. Ellos invitaron a mi padre como asesor y consejero. De lamismamanera trabajó con Felipe Beltrán, Felipe Ayulo y León Rosenshine. Con ellos mi padre no era accionista, actuaba como gerente general de estos proyectos que él implementó y desarrolló. Para cumplir ese cometido debía visitar las minas cada cierto tiempo, contratar a los superintendentes y cuidar la marcha de los trabajos. Era una persona que tenía dotes de organizador, muy sistemático, ordenado y, sobre todo, tenía criterio para poner en práctica los conocimientos que había adquirido en la Escuela de Ingenieros y en sus largos años de experiencia. En esa época, aunque todavía viajaba a la sierra, tenía su oficina en el cuarto piso del Banco Internacional, en el Jirón de la Unión. Allí quedaban las oficinas de Rosenshine, que estaban comunicadas con las oficinas de Ayulo y Beltrán. Éstas eran dos personas muy interesantes, dos importantes banqueros que se detestaban y que, sin embargo, eran socios. Yo, apenas era un muchacho en esa época, me sentaba a conversar con Don Felipe Beltrán y él me rajaba de Don Felipe Ayulo. Lo gracioso es que luego era Felipe Ayulo el que me hablaba incendios del otro. Con el tiempo, Felipe Beltrán me tomó mucho cariño y me llevó como director de la compañía de seguros
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