Ernesto Baertl 166 167 Prueba para sabe espíritus en sesiones de espiritismo. Mi padre reorganizó la compañía, contrató como gerente a mi primo Carlos Montori y logró darle un nuevo impulso a la mina que era, fundamentalmente, de cobre pero también polimetálica. Por supuesto, eso fue resultado de su trabajo y el del primo Carlos y no de los consejos espiritistas que los accionistas invocaban en sus sesiones. Conel tiempomi padreparticipó tambiénenotras actividades que se apartabandel ámbitominero. Una de ellas fue laCompañía Peruana de Hoteles, con el Crillón, invitado por donDomingoBezzola. La historia de Bezzola puede comenzar cuando dejó su país, ignoro en qué año y, como buen suizo, se fue a trabajar a la Argentina siempre en el ramo de los hoteles. Allá administró el precioso hotel Llao Llao, enBariloche. En un viaje que hizo a Chile conoció a Alberto Jochamowitz, que era Ministro de Fomento deManuel Prado, quien lo contrató en 1944 para organizar y trabajar en la cadena de los Hoteles de Turistas. Allí estuvo un tiempo, como administrador del hotel deHuancayo. Con el pasodel tiempo se asoció conun arquitecto chileno e hicieron el primer edificio del hotel Crillón, una pequeña construcciónubicada enLaColmena a la que luego le adosarían un edificiomás grande. El Crillón lo levantaron concapitales suizos yBezzola tomóunapartede lapropiedad. Es enesas circunstancias que invitó a mi padre (como miembro del directorio) y a Luis Picasso como uno de los inversionistas. Bezzola era un buen amigo de mi padre. Él fue quien acuñó el anagrama de Milpo: “Mineros y lecheros peruanos optimistas”. Era todo un personaje. Cuando llegó al poder el gobierno militar, él tomó una maleta, la llenó de dinero y se fue a Estados Unidos donde pidió protección policial para depositar todo en un banco. Así se hacían las cosas en esos días. Luego se iría a Suiza, pero defendió sus propiedades en el Perú mediante un abogado aprista, Carlos Enrique Melgar. Por esta amistad conDomingoBezzolami padre también fue presidente del directorio de un famoso night club de Lima, el Embassy. Para todos los que conocían a don Ernesto Baertl resultaba cómico que, una persona tan formal y tranquila como él, fuera el encargadode firmar los cheques de pago para las bailarinas que trabajaban en el night club. Pero volviendo a la minería, que era el centro de todos sus afanes profesionales, mi padre también tuvo una actividad gremial intensa como presidente de la Sociedad Nacional de Minería, cargo que mi hermano Augusto y yo ocuparíamos años más tarde. En el local de la Sociedad están los tres retratos. Igualmente fue miembro del Banco Minero, que yo llegué a presidir muchos años después. También fue Presidente de la Sociedad de Ingenieros del Perú, Presidente del Instituto de Ingenieros de Minas y miembro del Consejo Superior de Minería. Este Consejo era un organismo que dependía de la Dirección de Minería, a la cual se le sometían, como árbitro, los problemas que estaban en discordia entre dos compañías. Más tarde yo también fui miembro de ese Consejo. En esa época no había Ministerio de Energía y Minas ni nada parecido. La actividad estaba a cargo de la Dirección de Minería, una
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