PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 202 203 Prueba para sabe inmediata, sino diversos aspectos de la política del país, la competencia, la evoluciónde los precios, la tecnología, etc. La empresa que noobserva el largo plazo no progresa. Para eso me ha sido muy útil tener claro que el Perú siempre ha sido un país muy pequeño y que, por lo tanto, teníamos todo por desarrollar. Ese criterio fue reforzado cada vez que visité otros emprendimientos en el extranjero, donde me daba cuenta de que recién estábamos naciendo y que teníamos enormes márgenes para crecer. Por otro lado, siempre me preocupé de que ese crecimiento físico y económico fuera sano. La generaciónde ingresos en laminería, una vez quehas dado los primeros pasos, tepermite seguir creciendo, quizásmás lentamente pero sin endeudamiento. En la industria indudablemente el panorama era diferente, ya que la generación de utilidades era relativamente menor aunque mucho más uniforme. Recuerdo que en Inresa, don Carlos Ferreyros siempre decía “tenemos que llegar a utilidades de 10 a 12 por ciento”; eso permitía seguir capitalizando, invirtiendo y dando unas utilidades aceptables para el accionista. En el conceptode los nuevos economistas -que yonunca compartí- se fijaban unas recomendaciones sobre la “capacidad de endeudamiento” de la empresa, y que ésta debía usarse. Desde luego, a veces era imprescindible contraer algún crédito, pero siempre en forma moderada. Aun así, en los años difíciles vivíamos y trabajábamos para los bancos, no había dividendos ni aumentos de sueldos, porque teníamos que pagar los intereses de la deuda. Buscar un punto de equilibrio en la velocidad del crecimiento siempre es una decisión importante. Muchas veces allí se juega el destino de la empresa. Existen los aventados, que a veces ganan y a veces pierden, pero existen también los que simplemente se niegan a gastar. Yo lo había vivido en el caso de Milpo, aprovechando los viajes de don Luis Picasso para hacer crecer la empresa. Era lamentalidad predominante de otra generación: las ganancias no eran para reinvertirse sino para la repartición de dividendos. Como le decían sus amigos los Brescia: “Pero Lucho, la mortaja no tiene bolsillos”. Cabe aquí hacer una mención especial. Gonzalo Raffo y yo tuvimos una relación de “amigo-hermanos” a lo largo de 84 años. Ambos nacimos en 1922 y nos conocimos en el kindergarten del colegio marista San Luis de Barranco en 1927. Desde ese momento hasta su lamentable fallecimiento, el 14 de mayo del 2011, vivimos una intensa, leal y permanente amistad, sea en el colegio, en la Escuela Nacional de Ingenieros, en los directorios de diversas empresas, en las responsabilidades propias de nombramientos oficiales e institucionales, enviajes al extranjero, en la vida familiar y enmúltiples actividades.Mis recuerdos en los 84 años de amistad con Gonzalo son maravillosos e interminables. Él era una persona excepcional, un hombre de empresa que amóy trabajóhonestamente por el Perú en todas las actividades que le tocódesempeñar. Eraunamigounpocogruñónperodegrancorazón, dueño de un carácter exigente, noble, persistente y cuestionador.

RkJQdWJsaXNoZXIy MTM0Mzk2