PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 212 213 Prueba para sabe tratando de vender sus acciones. Tenía ocho años y ya quería hacer su primera operación financiera. Siempre fue así de osado. Era muy travieso y tenía una relación muy explosiva con su madre. Para ponerlo en orden ella lo amenazaba con un chicote de caballo pero ni así podía. Había noches en la que yo llegaba del trabajo y ella me recibía diciéndome “anda a pegarle”. Entonces lo sacaba a caminar y conversábamos largo. Así construimos una relación muy íntima. Todavía me causa gracia el recuerdo cuando a los 14 años lo mandé adonde su tío Juan Manuel a Estados Unidos. Luis José se la pasó vendiendo periódicos, repartiendo leche y, en general, haciéndose hombre. Grande fue mi sorpresa cuando lo fui a recoger al aeropuerto y regresó hecho un hippie, con peluca, poncho y corbata de colores. En vacaciones, junto con su hermano mayor, solíamos visitar Pacococha, Milpo y Caudalosa, tan es así que de a pocos se fueron convirtiendo enpotencialesmineros, pues se adaptabany se interesaban por todo, además de intimar con los ingenieros, empleados y obreros de cada campamento. Recuerdo una vez en la veta ‘Inca Taicuna’ de Pacococha, en la que subir para ver las labores demandaba mucho esfuerzo físicopor la cantidadde peldaños empotrados hacia arriba que se debían sortear a brazopartido. Cuandohuboque trepar nuevamente, agotado y empapado de sudor, Luis, de 12 años, seme plantómuy serio y me dijo: “No papá, solo una vez capan al gato”. Nos provocó una carcajada y no subió más. Eran muchachos como muchos y, a veces, durante los viajes, se armaban entre ellos discusiones y peleas intensas. Llegaba unmomento en el que ya no los aguantaba, así que como por entonces había una empresa de transporte Gutarra -que era muy ‘raca’ en esa época- los amenazaba con que los iba a enviar en uno de esos buses desde la próxima parada; hasta que un día paré la camioneta en medio del camino y los obligué a bajar sugiriendo enérgicamente que siguieran el viaje con Gutarra. Arranqué y me desaparecí de sus vistas. Al poco rato regresé y los encontré a ambos encogidos de frío en esos caminos inhóspitos. Bastó ese buen susto y santo remedio. Lucho acabó el colegio e ingresó a estudiar Ingeniería Metalúrgica en laUniversidadde Lima, sin embargono duromucho, se salió y poco después entró a trabajar en Piazza y Valdez Ingenieros. Pero en uno de esos viajes que de rutina hacia yo a Milpo se me ocurrió llevarlo y coincidió con que un funcionario del BancoContinental quería visitar también la mina. Cuando regresamos, el funcionario me preguntó si me opondría a que se lo llevara a trabajar al banco. También le fue difícil al principio. Venía a quejarse de que no le pagaban mucho, de que eran unos abusivos. “Oye -le dije- si fueras a la universidad tú eres el que estaría pagando. Aquí no te cobran nada y estás aprendiendomucho. Aguanta y vas a ver”. Efectivamente, así fue accediendo amejores puestos en ladivisiónde créditos de las compañías mineras, pues ahí ya todo el mundo lo conocía. Con el tiempo se lo

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