Ernesto Baertl 20 21 Prueba para sabe Como en todo campamento, la vida giraba en torno a lamina. Crecí en ese ambiente y desde que aprendí a caminar me pareció el lugar natural e ideal para vivir. Aún hoy, cuando veo la fotografía de un campamento minero percibo cierta forma de belleza o armonía, y siento una emoción entrañable que no resulta fácil de comunicar. Es probable que la primera vez que ingresé a una mina fuera en brazos de mi padre, en Colquijirca, antes de que aprendiera a caminar y pudiera darme cuenta de dónde estaba, pero el primer recuerdo que guardo ocurrió cuando ya caminaba por mis propios medios y exploraba los límites del campamento hasta donde me dejaban. Aquí interviene otra vez un tren, aunque en realidad era un trencito eléctricoque servía para sacar elmineral de lamina y jalar varios carros con bancas de madera donde se sentaban los mineros para ingresar al túnel. Yo vigilaba la marcha de ese tren con la seriedad y expectativa que ponen los niños en los grandes juguetes. Los mineros notaron mi presencia, me hicieron subir al trencito y hasta me escondieron para que nadie notara mi aventura. El tren ingresó a paso lento al fondo de la mina donde descendieron los trabajadores. Yome quedé sentado en la banca de madera hasta que el tren comenzó a moverse, llevándome nuevamente a la superficie, a la luz del día, con la sensación de haber vivido una de las experiencias más importantes de mi corta vida. Por suerte, esa experiencia se repitió innumerables veces. Allá arriba llevábamos una vida sana y muy sencilla, con pocas novedades y menos lujos. Cuando no íbamos de visita a la ciudad, quizá la mayor diversión era la exhibición de alguna película muda que se proyectaba en el cinema del campamento. Podíamos ver las aventuras de un personaje de la época llamado el Gigante Fierabrás, y las películas cómicas de Harold Lloyd, Chaplin y el Gordo y el Flaco. Junto con las películas mudas, en blanco y negro y con cámara rápida, la otra gran diversión era la de los circos itinerantes, pobres, con carpas raídas y parchadas, pero que ofrecían números que nos encantaban. Junto con los infaltables payasos se presentaban “Los perros comediantes”, unos perros tan chuscos como inteligentes que caminaban en dos patas, podían darse un volantín en el aire y hacer otras piruetas que aplaudíamos emocionados. En estas épocas de grandes espectáculos y abundantes bienes materiales, quizás llame la atención lo poco que necesitábamos entonces para ser felices, o al menos para estar satisfechos. Yo era afortunado porque tenía lo principal, el amor y la protección de mis padres. Ese sencillomodo de vidame ha permitido comprender que la felicidad no se encuentra en las cosas que nos rodean, sino en la actitud con la que asumimos lo poco o mucho que nos toca. Yo sentía que no me faltaba nada y que estaba destinado a la felicidad, aunque en el pequeño mundo que me rodeaba y protegía, también podía descubrir otras cosas, como el miedo y hasta el terror, sentimientos sin los cuales la imaginación de un niño nunca estará completa. Cerca de la casa había una pequeña laguna que a mí me parecía un enorme mar y que formaba parte del club social del campamento
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