PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 40 estación para pernoctar y aclimatarnos a la altura durante unos días. El viaje lo hacíamos en los carros de la compañía, unos 'fordcitos' del 29 que manejaba el chofer Estanislao Flórez. Los caminos y los carros habíanmejorado, pero los viajes eran lentos y no faltaban imprevistos. Cada cierto tramo había que detenerse, apagar el motor del auto y esperar a que se enfriase para poder cambiarle el agua. No obstante esos inconvenientes, la gente prefería para viajar más la independencia del automóvil que el viejo tren. Viajábamos mucho cuando vivíamos en la sierra y, años después, cuando ya era adulto, seguí viviendo en la sierra y viajando en distintas épocas por razones de trabajo. Siempre me ha gustado la sierra y me gustaría ser considerado como un “serrano honorario”, aunque he vivido lamayor parte del tiempo en una ciudad que estaba de espaldas a esa cadena de montañas. No he olvidado lo que sucedía cada vez que regresábamos a Lima después de nuestras largas estadías en la altura. El mismo efecto que se sentía al bajar al ambiente soleado y exuberante de Huánuco se producía en nosotros, en nuestras ropas y maletas, cuando bajábamos a la costa, solo que en lugar del calor y la vegetación de la ceja de selva, se apoderaba de nosotros la humedad salina del ambiente de Lima. Al llegar a la casa de mis abuelos en Barranco, una de las primeras cosas que hacíamos era abrir las maletas para que se ventilasen. Entonces nuestras ropas despedíanun intensoolor a carnero mojado, unaroma que las narices limeñas llamaban “olor a llama”, “olor a serrano” y que, valgan verdades, era mi propio olor. Una parada del tren en Ticlio, en uno de los tantos via jes de Lima a Cerro de Pasco. Paseo en La Quinua, ba jando de Cerro de Pasco y camino a Huánuco. Nos acompañan el tío Lucho Montori y un amigo de Barranco, Cucho Becerra.

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