PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 56 En esemundo sinmayores responsabilidades y rodeadode cuidados y afectos, en el que yo crecía, esa experiencia dolorosa sirvió para comprender que la vida tenía también otro lado. Pero pese a haber sido ése su final, no sería justo recordarlo con tristeza. Era una persona cálida y, aunque yo lo conocí ya de viejo, todavía tenía energías. Por eso, la mejor manera de despedirme de él es retratando su temperamento. Esta historia ocurrió cuando viajó a Nueva York para tratarse de la afección a los ojos. Al desembarcar en el muelle, los trabajadores del puerto acomodaron las maletas por orden alfabético y a él le correspondió la letraM, deMontori. Cuando el abuelo fue a preguntar donde debía recoger su equipaje, un empleado le preguntó cuál era su apellido: - Montori. - Usted se va a la M. - ¡Ah no! – respondió el abuelo montando en cólera – ¡Amí nadie me manda a la M! Siempre en familia con el abuelo Víctor. Formal sea en casa o en La Herradura. Aba jo, mis padres y mis abuelos Amalia y Juan Bautista. A la izquierda, Lothar Koetzle y mi tía Luisa Baertl Schütz.

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