PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 82 83 Prueba para sabe vía, los alumnos del Santa Rosa repetíamos interminablemente ciertas frases que acompasaban la marcha del vagón: “Chacrasana, Yanacoto, falta poco para Chosica”, o “Mucha gente, poca plata, mucha gente, poca plata”… Los años en el Santa Rosa pasaron rápido y pronto llegó el momento de despedirnos. El final de la época escolar es unmomento especial. Te despides de muchos amigos y dejas atrás tantas anécdotas y recuerdos que resisten la memoria por muchos años. De ese tiempo recuerdo ahora a mis profesores, al Padre Cirilo García -director del colegio-, a los Padres Cruz, Alberto, Jambrine, Honorato y al Hermano Robla. Por otra parte, el entorno del colegio Santa Rosa de Chosica se fundió en nosotros y nos acompañó en forma permanente. El Parque Central frente al colegio, donde jugábamos partidos de fútbol, la iglesia al lado del colegio, el Hotel de la Estación de la familia Chiappo, el Cine Omnia, las casas de los compañeros que residían en Chosica -los Gubins, los Giufra, los Merel, los Chiappo, los Maggiolo, los Gómez de la Torre-. Entre los profesores estaba el Dr. Carbone, que nos enseñaba Historia del Perú, el músico Daniel Alomías Robles, compositor del mundialmente famoso “El cóndor pasa”, el poeta Fianzón que componía versos y, desde luego, los padres agustinos. El Padre Cirilo era muy pequeño de estatura, por lo que se decía que era “quinta esencia, encerrada en un pomito diminuto”, y el padre Jambrine, gran deportista, “balonpedista cañonero”. Finalmente, al terminar 1937, llegó el momento en que los 16 compañeros de la Promoción del Colegio Santa Rosa de Chosica nos despedimos con una comida que se sirvió en el Restaurante La Cabaña, de León de Monsart, en el Parque de la Reserva de Lima, el 24 de diciembre de 1937. Allí estaban Luis Bellido, Cipriano Proaño, Luis Maggiolo, Jorge Checa, Roberto Rey de Castro, J. Gubins, Pedro Penagos, Raúl Deustua, Fernando Cheze, Ramón Orbegozo, Alfredo Merel, Lucho Salvi,Miguel Tealdo, AlbertoEspantoso, A. Vera y Pedro Giufra. Amuy pocos de ellos los volví a ver. Yo tenía quince años, no sabía nada de muchas cosas, pero al menos tenía claro qué era lo que quería hacer: presentarme a la Escuela de Ingenieros.

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