REVISTA MINERÍA 537 | EDICIÓN JUNIO 2022

MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero MINERÍA / JUNIO 2022 / EDICIÓN 537 68 los atentados a los puestos policiales para proveerse de armamento”. Centromín. Memoria Anual de 1984. Hasta el llamado Comité Central de Sendero Luminoso cuando evalúa el impacto de sus demenciales acciones lo revela: “[Nuestras acciones] Siguen cumpliendo papel muy importante, golpeando duramente la economía peruana que se desenvuelve en las peores condiciones, en la más profunda crisis de nuestra historia. Sabotear la acción minera tiene mucha trascendencia porque el mayor porcentaje de ingreso de divisas proviene de esta actividad; golpear directamente al Estado peruano, porque a más de crearle problemas, son golpes que recibe en su propia actividad económica estatal, ejemplo, Centromin” (en: Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación). Además de la inseguridad creada por estas acciones criminales contra las instalaciones y trabajadores hubo también gran inquina contra los dirigentes sindicales, quienes entre la posición dura de las empresas y la acción letal de los grupos terroristas, vieron debilitarse lentamente su movimiento sindical minero, a pesar de los paros que aún organizaban. Con tal entorno homicida, al final de los 80 la crisis en la minería del centro —y en todo el Perú— se había generalizado, acrecentada por sombras del disparatado desequilibrio de la economía nacional que jugó en contra de su rentabilidad. Precisamente al comenzar los 90, dizque para remediar estas desgracias, un nuevo gobierno inicia el proceso de privatización de las empresas estatales y, por supuesto, las de vitrina fueron las mineras encabezadas por Centromin, no obstante también desfilaron Hierro Perú y Tintaya, y las refinerías de Ilo y Cajamarquilla, entre otras. Este cometido significó una reducción drástica de la fuerza laboral minero metalúrgica. A los trabajadores a despedir se les pretendió paliar tal desgracia aplicando la delirante reconversión laboral que, por ejemplo, reclamaba “convertir” en artesano o agricultor a un metalurgista con 10 o 15 años de trabajo como operador de reverbero, delirio puro que solo llevó a jugosas consultorías sobre el tema y que todos sabemos en qué devienen. En adición, la tal pretendida nueva modalidad de trabajo significó la desaparición del sindicalismo en el sector minero, un objetivo entrelineas para hacer más “atractiva” la nueva inversión privada en la minería. El corolario de este quebranto fue que la minería peruana entre 1989 y 1993 despidiese cerca de 23,000 trabajadores estables y 10,000 eventuales. Por otro lado, algunas empresas de la pequeña y mediana minería se “beneficiaron” al sobrevivir como minería informal. Centromin seguía operando, pero como era vox populi toda la producción era manejada por el gobierno de turno a través de Minero Perú, y a Centromin solo se le proveía a cuentagotas lo necesario para pagar sus anchurosas planillas. 2. La Oroya Antigua 1995. La chimenea de la fundición Centromin a menos de 500 m de las viviendas “particulares”.

RkJQdWJsaXNoZXIy MTM0Mzk2