REVISTA MINERÍA 543 | EDICIÓN DICIEMBRE 2022

MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero MINERÍA / DICIEMBRE 2022 / EDICIÓN 543 51 en el registro de especies (o evidencias) y su identificación mediante claves taxonómicas morfológicas. Existe un acuerdo común entre los expertos sobre el mayor valor de evaluaciones reales comparadas con aquellas estimadas a partir de evidencias (Lindenmayer & Likens, 2010; Mcroberts, et al., 2012). Sin embargo, las evaluaciones directas de los niveles de biodiversidad no son sencillas, pues la biodiversidad es de carácter amplio, multidimensional y multiescalar, por lo que es muy difícil monitorear los cambios en el espacio y el tiempo (Puumalainen, et al., 2003). Por ello, censar la biodiversidad completamente, incluso en las escalas espaciales y temporales más pequeñas, es a menudo una tarea prohibitivamente costosa y difícil. A nivel internacional, la calidad de los programas de monitoreo ha sido criticada por no traducirse claramente en una mejor toma de decisiones ambientales (Prado Filho & Souza, 2004), principalmente de los programas de monitoreo ecológico y de biodiversidad que deben tener hipótesis bien formuladas, metodología consistentes y rigor estadístico (Legg & Nagy, 2006). Sin rigor científico, los datos recopilados pueden no tener valor para la toma de decisiones, lo que representa una debilidad para cualquier programa de monitoreo. Existen otras limitaciones importantes de la metodología tradicional:  Alta incertidumbre en las determinaciones taxonómicas: la identificación taxonómica mediante el método tradicional morfológico demanda tiempo y experiencia (Bienert, et al., 2012; Querner & Bruckner, 2010), ya que la diversidad es a menudo difícil de caracterizar debido, entre otros, a su ambigüedad morfológica y su diversidad críptica (Smith, et al., 2008; Yu, et al., 2012). Por ello, las identificaciones son realizadas por expertos en los grupos taxonómicos de interés; lo que genera dependencia del nivel de expertisse del identificador, de la capacidad de identificación (si existen claves de identificación) para la especie y, además, en muchos casos, no se cuenta con una evidencia de la identificación, solo la observación del evaluador. Además, existen sesgos conocidos en los métodos comúnmente utilizados para la colecta de organismos y la eficiencia de extracción varía para diferentes taxones a través de los tipos de matriz ambiental y bajo diferentes condiciones de colecta. Estas situaciones generan indicadores biológicos sesgados (Kelly, et al., 2014; Yu, et al., 2012) y nula trazabilidad de las observaciones. Como consecuencia, se ejecutan programas de monitoreo poco eficientes en el uso de recursos, subinterpretados y que no poseen gran utilidad como herramientas de gestión ambiental (Favreau, et al., 2006; Lewandowski, et al., 2010).  Complejidad de las evaluaciones. Debido a las diversas características de las especies de flora y fauna de interés, los métodos de evaluación son muy diversos para cada grupo taxonómico. Esto implica que sean necesarios muchos materiales, equipos, días de muestreo y personal. Esta demanda intensa en el uso de recursos humanos, en sitios remotos y de difícil acceso, genera grandes complejidades para la aplicación de evaluaciones biológicas que muchas veces condicionan la ejecución de las mismas a las facilidades operativas disponibles en el lugar. Los programas de monitoreo biológico, mediante el método tradicional son muy importantes para evaluar la efectividad de medidas de gestión ambiental en los proyectos mineros, sirven como alerta temprana ante cambios en las dinámicas de las especies, contribuyen al aseguramiento de la sostenibilidad ambiental y forman parte de las buenas prácticas del desarrollo sostenible. Por ello, requieren optimizarse y herramientas como la aplicación del ADN ambiental son cruciales para lograrlo.

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