REVISTA MINERÍA 559 | EDICIÓN ABRIL 2024

MINERÍA la mejor puerta de acceso al sector minero MINERÍA / ABRIL 2024 / EDICIÓN 559 67 Lohmann describe así tal descubrimiento: “Y aquel asiento de minas que llaman Huancavelica, se pobló de españoles y de indios que acudieron, y hoy día acuden a la labor de las dichas minas de azogue, que son muchas y prósperas. Entre todos, es cosa ilustrísima la mina que llaman de Amador de Cabrera, por otro nombre la de [Todos] los Santos, la cual es un peñasco de piedra durísima empapada toda en azogue, de tanta grandeza, que se extiende por ochenta varas de largo y cuarenta de ancho, y por toda esta cuadra está hecha su labor en hondura de setenta estados, y pueden labrar en ella más de trescientos hombres juntos, por su gran capacidad. Esta mina descubrió un indio de Amador de Cabrera llamado Navincopa, del pueblo de Acoria”. La mineración Sobre Huancavelica, Bargalló glosa que el periodo de gobierno del marqués de Montesclaros fue uno de los más prósperos, sin embargo, hacia el final del gobierno del Conde de Chinchón se produjeron algunos derrumbes, los cuales ocasionarían la semiparalización de las minas. Más tarde, en 1649 y bajo el gobierno del virrey García Sarmiento de Sotomayor, Conde de Salvatierra, se permitió extraer mercurio de lugares vedados como galerías y derrumbes, mas se perdió la veta principal hecho que los naturales en su nueva fe atribuyeron a castigo divino. Sin embargo, durante el gobierno del Conde de Alva reapareció la veta principal, pero esta vez muy angosta y profunda. La mayor veta de azogue fue hallada realmente en 1743 por don Jerónimo de Sola, gobernador de Huancavelica. El beneficio del mercurio en Santa Bárbara Para el beneficio del mercurio se usaron los hornos de Jabeca a los que Barba llama “Hornos de Lamas” y los describe como que: “... son de boveda, mas largos que anchos, llenos todos por arriba, y por los lados de agujeros grandes, redondos, en que entran los vasos de barro, que llaman Caperuzas, en que se pone el metal molido, y encima dos dedos de ceniza bien apretada, tapanse estos con otros que llaman Capillos y embarranse las junturas, dasele fuego de llama por una sola boca, ó puerta que tiene, y en lo alto de la parte opuesta tiene una como chimenea pequeña por donde sale el humo. Pegase el azogue á lo alto del capillo, del qual se junta, y recoge; y si por ser mucho alguno se cayó sobre la ceniza, se seca de ella lavándola”. Los problemas de Santa Bárbara siempre fueron mayores, desde las misteriosas y dudosas desapariciones del mercurio, hasta el abandono de la labor —primero por parte de los mitayos y luego por el peonaje—, sea por muerte o fuga debido a las muy malas de las ahora conocidas “Condiciones de trabajo”, hasta catástrofes producidas por la precaria extracción. Podemos especular que la razón del enigma de la muerte de muchos trabajadores tenía que ver con que el método de trabajo colonial para obtener azogue era simple pero mortal: calentaban el cinabrio para vaporizar el mercurio contenido en el mineral para luego captar y enfriar los vapores obteniendo mercurio metálico. Las crónicas cuentan algo aún más bárbaro: los mineros godos “simplificaron” más esa tarea y simplemente calentaban el aire del socavón para desprender al ambiente los vapores de mercurio y allí mismo condensarlos, aberración propia de su ignorancia, que lucraba, pero que fue mortal. Esto lógicamente causó enorme escasez de mano de obra, ya que ni el sistema de “peonaje” autorizado por la metrópoli (el “peón” a diferencia del esclavo mitayo y aún del mingado, percibía una paga mínima) había sido suficiente para paliar el grave problema causado por el cuasi exterminio de los naturales mitayos, peones de mina y mingados.

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