PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 34 35 Prueba para sabe contra el antiguomonopolio del tren ocurrió cuando se abrió el nuevo camino por Canta.Mejoramos en rapidez y comodidad, pero los viajes en tren tenían algo diferente. El traqueteo rítmico de los rieles sumía a todos en una especie de estado de ánimo paciente; además se podía caminar por los vagones, cambiar de asientos si el tren estaba medio vacío o asistir desde la ventanilla o el estribo de la puerta a todas las paradas en las estaciones del camino, lo que era el acontecimiento del día en cada una de esas pequeñas poblaciones. El viaje a Lima demoraba un día. Partíamos a las seis de la mañana y llegabamos a las seis de la tarde. El tramo de Cerro Pasco a LaOroya, separados apenas por 130 kilómetros, se hacía en tres horas. Había algunos sectores lentos en las subidas, pero una vez que ingresábamos a La Pampa de Junín, todo era plano, recto, y el tren agarraba una gran velocidad, o al menos eso nos parecía. El viaje de regreso desde Lima era en subida y por eso se hacía más lento y esforzado. Había un pequeño hotel en Río Blanco en el que nos deteníamos a pernoctar y aclimatarnos durante una o dos noches antes de seguir nuestro viaje a la altura. Río Blanco está a 3,000metros sobre el nivel del mar, era la mitad del camino hasta los 4,100 metros de nuestra casa enColquijirca. Recuerdo ese hotelito como una especie de refugio en medio de la inmensidad de la sierra. Mi padre había ido a recogernos a Lima y en el viaje de ida había tenido la precaución de dejar en el hotel un saco de carbón para mantener calientes nuestras habitaciones acondicionadas con una estufa de hierro fundido. Hay que imaginar cuáles serían “las comodidades” del pequeño hotel si el huésped era el que tenía que llevar su propio carbón. Los viajes se hacían en el tren de pasajeros pero yo prefería, secretamente, que nos tocara viajar en el tren de carga entre Cerro y La Oroya, que a veces eran los únicos disponibles. Estos trenes llevaban enganchados del último vagón un carro con un granmirador de cristales. Desde allí se tenía una vista panorámica de la Pampa y del Lago Junín. Otra de las ventajas del viaje en tren eran las suculentas y abundantes comidas que la compañía ferroviaria ofrecía a los viajeros como una especie de servicio extra. El tren de La Oroya a Cerro era famoso por su excelente cocina. En el vagón restaurante la gente se acumulaba para probar los platos que preparaba un cocinero chino que trabajómuchos años en la línea. Una peculiaridad de ese restaurante rodante era que se iba abasteciendo en el camino. En el viaje desde Lima almorzábamos perdices, truchas y ancas de ranas; vale decir, nos comíamos lo que la tierra ofrecía. En cambio, cuando salíamos de Cerro, en las mañanas, se servían unos grandes desayunos con tocinos y huevos fritos, los que he recordado muchas veces a lo largo de los años.

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