PRUEBA PARA SABE

Ernesto Baertl 36 37 Prueba para sabe Cerro de Pasco era otro de nuestros destinos obligados. Los campamentos de la Cerro de Pasco Copper Corporation se llamaban Esperanza y Bellavista. Allí los norteamericanos tenían sus casas y vivían como en un barrio exclusivo, relacionándose solo entre ellos; en cambio el pueblo de Cerro de Pasco bullía de actividad. Mi padre tenía amigos que visitaba con cierta frecuencia. La vida comercial del pueblo giraba alrededor de las tiendas que se ubicaban en torno de la Plaza de Chaupimarca, tiendas que para acrecentar su importancia eran llamadas “casas comerciales”. Tenían enormesmostradores y altas repisas abarrotadas de productos que llegaban casi hasta el techo. Se podía conseguir de todo, desde una lata de sardinas portuguesas hasta unos metros de tela inglesa, que se vendía en rollos y semedía en varas con una regla de madera. Entre otras, estaba la tienda de los hermanos Gallo y la panadería y pasteleríadedonDaniel Sascó; el grifodeP. Bellán, y los establecimientos de Vicente Vega, Cipriano Proaño y S. Lesevic. También estaba el local del único periódico de Cerro, “El Minero”, de J. Patiño, un señor alto, flaco y con bigotes. Esas casas comerciales eran los bancos de la época, pues allí se cerraban las transacciones, se hacían préstamos y adelantos y, en general, se daban los servicios que ahora prestan las instituciones financieras. Había también un local del Rotary Club y otro del Club de laUnióndeCerro de Pasco. Era unpueblo pequeño conuna vida social muy agitada y que vivía casi exclusivamente de la minería. En algunas ocasiones mis padres me llevaron al Rotary Club, donde se dictaban unas conferencias que, seguramente, era lo más interesante que había para hacer un sábado por la noche. Uno de los rotarios más activos en esas conferencias sabatinas era el Doctor Fabio Mier y Proaño, y los amigos de mi padre siempre bromeaban diciendo que “Don Fabio Mier-da-conferencia esta noche”. Una parte importante de la vida social de Cerro de Pasco eran las reuniones para jugar al bridge, especialmente entre los ingenieros de Colquijirca con sus señoras. A esas partidas también asistían los ingenieros de la Cerro de Pasco con sus parejas. Amí, que era un chico que rondabapor el salónymiraba congranatención todo loque sucedía, me parecía que las partidas eran sumamente entretenidas. En algunas oportunidades, enmedio de una partida, mi padre soltaba expresiones muy características que se aplicaban a situaciones particulares, como: “Por lo que potia contingere” (por lo que pueda suceder), “ni mesa parola piu” (nimedia palabramás), “de príquitimangansúa” (mejor no ha podido ser) y un adjetivomuy de la época: “pistonudo”, que cuando se está en compañía de damas suena mejor que “cojonudo”. Estas expresiones las usó a lo largo de su vida y las aplicaba muy oportunamente. Recuerdo otra de sus frases favoritas: “No hay que pedir peras al olmo”, es decir, no hay que esperar algo que no va a suceder. Una vezme dijo lo siguiente: “Endeterminadas circunstancias se le puede mentar la madre a cualquier persona y, si lo sabes hacer, hasta te lo agradecerá”. Creo que esa frase no necesita interpretación. Cuando salíamos de paseo en Colquijirca, uno de los destinos preferidos eran las haciendas con ganado lanar que Don Eulogio

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