Siendo este uno de nuestros últimos comentarios de este año del Bicentenario, quisiera rescatar partes de un discurso que presenté a raíz de la celebración del Año Internacional del Planeta Tierra el 26 de junio de 2008.

Empecé esa disertación compartiendo una poesía que uno de mis hijos, que tenía 15 años entonces, presentó en un concurso de su colegio sobre la situación social y política del país, la pobreza y la exclusión existentes en nuestra patria y a las profundas diferencias materiales e ideológicas que ocurren en la población de nuestro país.

El título que le puso al poema fue “Peruanidad” y dice así:

Un levantamiento de comuneros en Cajamarca.

Una rebelión anticapitalista en las profundidades del Lago Titicaca.

Un caudillo demagogo neosocialista ganando votos en Ayacucho.

Una modificación limitada de la constitución liberal del chino.

Un crecimiento ideal esperado del ocho por ciento.

Un TLC deseado y repudiado por distintos sectores económicos.

Un debate dogmático entre dos candidatos trasmitido por la televisión nacional.

Una emigración alarmante de la sierra en busca de trabajo y mejores condiciones de vida.

Un imperio incaico seudo marxista idealizado por agitadores humalistas.

Una extensión política social imperialista americana se infiltra en los hogares limeños.

Una ley aprobada por el congreso que promueve la inversión extranjera.

Un congresista interesado levanta un pueblo en una zona minera.

Un análisis del Banco Mundial sobre la mejora de los países de Tercer Mundo.

Una guerra trasnochada evocando en los peruanos sentimientos supuestamente nacionalistas.

Un acto presidencial populista denunciado por El Comercio en la edición dominical.

Mientras el mismo día en el Estadio Nacional un niño grita un gol todavía más peruano.

Hoy en día, 13 años más tarde, nuestro país sigue igual, sumergido en los conflictos menudos, en su democracia imperfecta, la demagogia inclemente, el discurso incendiario, el interés individualista, la solución violenta, la arbitrariedad del poder, el dogmatismo absurdo, la burocracia ineficiente, la indiferencia frente a la exclusión social y la pobreza, en fin todos aquellos males diagnosticados miles de veces y nunca resueltos, mientras la economía nacional crece vertiginosamente al filo del precipicio y vemos pasar frente a nuestros ojos la oportunidad de progresar y salir del círculo del subdesarrollo.

A fines de este nefasto año, asumamos el compromiso de convertir la Peruanidad en sinónimo de virtudes ciudadanas y lucha por el desarrollo sostenible para todos los peruanos.

Miguel Cardozo, segundo vicepresidente IIMP