Por: Karina Zevallos, presidenta de Women in Mining Perú y directora del IIMP.Desde tiempos ancestrales, las mujeres han sido pilares de estabilidad en sus hogares y comunidades, sosteniendo relaciones familiares y aportando a la cohesión social. Tal como señala Lévi-Strauss en The Elementary Structures of Kinship (1969), el rol de las mujeres ha sido fundamental en la construcción de lazos sólidos y redes de apoyo en todas las sociedades, lo cual ha tenido un efecto profundo en la organización y estabilidad de la vida comunitaria. Este mismo principio es aplicable a las comunidades mineras y entornos industriales, donde la participación femenina en igualdad de condiciones tiene el potencial de transformar y fortalecer tanto el ámbito laboral como el social.Incluir a mujeres en la industria minera no solo les otorga acceso a oportunidades laborales antes reservadas a los hombres, sino que también multiplica los beneficios para las comunidades locales. En sectores donde históricamente han predominado los hombres, como la minería, el involucramiento de mujeres no solo diversifica los equipos de trabajo, sino que también promueve una distribución más equitativa de los ingresos y una participación más activa en el desarrollo de la comunidad. Según Margaret Mead en Male and Female: A Study of the Sexes in a Changing World (1949), el valor de esta inclusión radica en cómo amplía la percepción de roles, dejando de lado estereotipos que limitan el crecimiento integral de las sociedades.Al asegurar empleos equitativos y roles visibles para las mujeres en minería, las comunidades experimentan beneficios tangibles: las inversiones en infraestructura, salud y educación llegan de forma más equitativa. Estas inversiones tienen mayores posibilidades de ser sostenibles y aceptadas cuando las mujeres participan activamente en la economía local y en la toma de decisiones en el hogar y la comunidad. Además, como apunta Fiske en Social Cognition and Gender Relations (1993), la inclusión activa de las mujeres puede reducir conflictos al fomentar empatía y respeto mutuo, lo cual es vital en sectores donde la percepción del riesgo y el impacto social son parte esencial de la relación entre empresas y comunidades.Desde una perspectiva de desarrollo económico, la creación de empleos para las mujeres en minería no solo aumenta el ingreso familiar, sino que también genera confianza en el impacto positivo de la industria, fortaleciendo la aceptación comunitaria. Las oportunidades de empleo que abarcan a hombres y mujeres por igual permiten que los beneficios del desarrollo minero se repartan equitativamente, facilitando un entorno favorable para las inversiones. La equidad de género, en este sentido, no es solo un valor social sino también una estrategia de desarrollo sostenible.En la construcción de una minería inclusiva, en la que las mujeres participan en roles visibles y diversos, se consolida una base de estabilidad en las comunidades. Esto crea un terreno fértil para la aceptación de inversiones y proyectos que contribuyan al progreso compartido, beneficiando tanto a las comunidades locales como al desarrollo del sector minero.