Por: Guillermo Vidalón, Comunicador Social especialista en la Industria Extractiva. Hay quienes confunden el mineral en su estado natural con la producción de concentrado. Obtener un concentrado de algún metal es más que un proceso de chancado, representa añadir valor agregado de manera significativa. Para muestra un botón, en el caso del mineral de cobre, este se encuentra en su estado natural en leyes que oscilan alrededor del 0.5 por ciento, claro que hay excepciones con un mayor porcentaje de mineral en algunas áreas de los yacimientos, pero, confundir la regla con la anomalía termina por desbaratar la afirmación e invalidar la presuntuosa investigación. Para obtener una tonelada de concentrado de cobre es necesario remover aproximadamente 500 toneladas de mineral; además, de por lo menos 1,000 toneladas adicionales de material inerte, es decir, que tiene tan poca presencia de cobre que no vale la pena procesarlo. Hasta allí, se han removido 1,500 toneladas por cada tonelada del metal rojo. Luego que el mineral de cobre es procesado y concentrado, se obtiene una pulpa de la cual se recupera agua para volverla a retornar a los procesos productivos y así sucesivamente para lograr el mayor aprovechamiento del recurso, el cual es empleado con la máxima eficiencia que permiten los procesos productivos actuales. Gracias al proceso de concentración, un mineral en la naturaleza con valor comercial cercano a cero se multiplica conforme avanza en la cadena productiva hasta alcanzar un 26% de cobre, aproximadamente. En virtud de que el cobre es un producto común -un commodity- el precio del concentrado se calcula multiplicando el valor de mercado por el porcentaje de cobre contenido en el concentrado producido. Actualmente, la tonelada de cobre alcanza US$ 9,680. Es correcto afirmar que un cátodo de cobre contiene mayor valor agregado, así como también un tubo o alambre fabricado con dicho metal. Pero, para procesar un mayor volumen de concentrado se requiere disponer de instalaciones como fundiciones y refinerías y otras plantas que corresponden a una etapa posterior denominada manufactura. Asimismo, cabe indicar que en el mundo existen instalaciones con capacidad para procesar el concentrado de cobre que exporta el Perú. China es uno de los países que cuenta con las referidas plantas, precisamente nuestro principal socio comercial y mayor demandante global del metal rojo. El país oriental cobra una tarifa mínima por el procesamiento, lo que desincentiva la inversión en instalaciones similares. Para que el Perú avance en la cadena productiva del cobre debe cumplir varios requisitos previos, el principal es generar una conciencia minera, una opinión ciudadana favorable al desarrollo de la minería formal que emplea tecnología de punta amigable al ambiente; segundo, incrementar la producción de concentrados poniendo en valor los yacimientos descubiertos, por eso se plantea el Control Concurrente de la Minería para poner en valor rápidamente todo aquello que sea posible antes que la extracción ilegal de minerales se apodere de los mismos, tengamos presente que no tienen ningún reparo en dañar el ambiente y soslayan toda norma de convivencia pacífica; tercero, incentivar la instalación de fundiciones y refinerías. La fundición de cobre que opera en la actualidad es de la empresa minera Southern Perú, con 1.2 millones de toneladas de capacidad de procesamiento de concentrado al año. Construida en 1960 y modernizada en 2007. En su primera etapa, el valor agregado al mineral de cobre pasaba de 0.5% a 99.3% para obtenerse un producto denominado blíster, unas planchas gruesas de cobre ampolloso. Posteriormente, en septiembre de 1975, el general Francisco Morales Bermúdez inaugura la refinería de cobre. Planta que fue adquirida por Southern Perú en un proceso de licitación pública internacional en 1994, convirtiéndose en la primera compañía minera en contar con un proceso integrado, desde el estado natural hasta producir unas planchas denominadas cátodos de cobre con 99.99% de pureza. Una visión de desarrollo implica emplear la geografía como una herramienta para financiar el bienestar y la proyección de la población.