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ACCIDENTES

Por: Walter Casquino, exvicepresidente del Capítulo de Ingeniería de Minas del CD Lima – CIP.                             


Introducción

El desastre minero de Yanaquihua debería, por lo menos, remover la conciencia del sector privado y público, para corregir todo lo que se está haciendo a medias, y elevarlo así a los niveles de excelencia en que deben estar los tres aspectos relevantes de seguridad: conocimiento, valores y habilidades, es decir, academia, compromiso y capacitación.

Academia para poder identificar las condiciones inseguras y poder corregirlas oportunamente, compromiso porque la seguridad debe ser un sentimiento generalizado de trabajadores y gerentes, y habilidades para tener trabajadores diestros y certificados en cada tarea. Construir un equipo productivo con trabajadores de origen multicultural y multidisciplinario, que funcione como una orquesta sinfónica, es difícil, pero no imposible.

El ser humano es falible, pero en un arreglo productivo debe intentar siempre el desempeño óptimo. La aspiración de excelencia logrará que los “accidentes” no existan, ya que todos pueden evitarse. El trabajador puede aprender a no asumir riesgos innecesarios y los supervisores pueden entrenarse a identificar condiciones técnicas inestables. La visión de cero accidentes es viable. La vida no vale la pena vivirla a media máquina.

La capacitación

El trabajo del subsuelo requiere un severo compromiso humano y técnico en el cual el ejemplo es vital, por eso es que la capacitación teórica y práctica deben complementarse para lograr que todos los trabajadores mineros sean certificados.

A nivel nacional, se observa que existe una adecuada infraestructura para que los egresados de secundaria continúen su preparación en la universidad o en las fuerzas armadas, pero no existe suficientes instituciones que permitan a la mayoría de jóvenes aprender un oficio. Esto representa una debilidad del sistema educativo que puede superarse.

Se requiere priorizar la formación práctica para que la mayoría aprenda los oficios técnicos que las actividades productivas necesitan. Las organizaciones productivas requieren trabajadores calificados (mecánicos, electricistas, carpinteros, soldadores, muestreros, etc.) que nuestro sistema educativo debe revalorizar. Un indicador del desarrollo de una nación es su valoración de la vida humana. En minería esta necesidad es imperativa.

En lo que se refiere a la participación del sector público en la actividad minera, está llamado a corregir las fallas del mercado. En este caso debe complementar el esfuerzo de las empresas privadas para lograr la excelencia en seguridad, que es donde se requiere desterrar los llamados “accidentes”.

Para ello, es menester formar ingenieros especialistas en seguridad que hagan auditorías técnicas a todas las operaciones mineras con la finalidad de mejorar las condiciones de seguridad. Este es un objetivo fácilmente alcanzable si la sociedad eleva su alarma por los problemas técnicos inseguros que usualmente existen en nuestras actividades productivas. Parece que, a mayor desarrollo, mayor es la valoración de la vida humana.

La tecnología

Para sobrevivir ante las exigencias económicas del mundo moderno montamos frágiles procesos productivos que con mucho esfuerzo alcanzan a competir en los mercados globales. El hecho de haber sido espectadores y no participantes activos de la revolución industrial, ha dejado traumas que nuestra sociedad todavía no puede superar. Engolosinados con cuanto adminículo automático importamos, relegamos a segundo plano toda actividad que la consolida, como es el caso de la investigación, el diseño y el mantenimiento.

Con el sonsonete que no debemos volver a inventar la rueda, nos hacemos cada día más dependientes de las naciones innovadoras que dominan el mercado global. El desarrollo intangible dado por la capacidad de hacer, fabricar y construir bienes, nos ha puesto un techo que nuestra cultura extractivista no puede superar. Las estrategias de desarrollo, tangible e intangible, harían bien en identificar y fortalecer planes que nos liberen gradualmente de la sumisión vivencial a los recursos naturales.

El panorama es complejo porque la nación es un arco iris de necesidades. Unos requieren mecanizar, otros instrumentar, automatizar, robotizar y los emprendedores más osados se animan a exportar compitiendo con otras potencias industriales. Todos son peruanos y todos merecen ayuda para prosperar económicamente. Esa ayuda es un bien común que el modelo de economía social de mercado no contempla, y, por lo tanto, debe ser desarrollada por la estrategia política nacional. Lamentablemente, el sector público, construido durante dos siglos, es inepto y además corrupto.

Es posible que la corrupción tenga su origen en las escuelas donde hay permisividad con la copia o plagio, dejando la puerta abierta para comportamientos perversos posteriores. Esa realidad constituye el desafío de la república peruana y la de todas las naciones tercermundistas.

La organización

El afán de lucro privado con el servicio social del sector público deben complementarse para que el modelo de economía social de mercado pueda alcanzar el éxito. La empresa reprimiendo su egoísmo y los servidores públicos sacudiendo su inercia. La principal responsabilidad social de las empresas es ganar dinero. Los negocios privados que quiebran hacen mucho daño a la sociedad. No pagan impuestos y despiden a sus empleados. La principal responsabilidad del sector público es velar por la buena gestión de los bienes comunes como el agua, el aire, el territorio urbano y rural, los recursos naturales, y, por supuesto, la educación y la salud.

Las empresas tienen una gran dificultad para ensamblar un equipo ganador que cubra –en amplitud e intensidad– la cadena de valor del conjunto productivo. Las empresas mineras, además de ser competitivas a nivel global, deben tener como visión “cero accidentes”, lo cual es un objetivo viable. Se requiere, además, que la sociedad revalorice a la tecnología, que es el cimiento de una nación conocedora que su principal desafío es que “nadie debe quedarse atrás” en la lucha colectiva por el bienestar creciente.

Aunque sea difícil lograrlo, las empresas deben alcanzar gradualmente el objetivo de eficacia, seguridad y equidad social, desagregando la cadena de valor productiva en unidades estratégicas, misionales, de apoyo, control y de responsabilidad social, que la gestión privada prioriza de acuerdo a las circunstancias del mercado vigentes.  

Los accidentes ocurren porque alguien no advirtió los riesgos que ofrecían ciertas condiciones, que son evidentes para el ojo experimentado. Las organizaciones llenan esta necesidad con múltiples jerarquías encargadas de la mejora continua, la que se logra apoyando a los trabajadores diligentes, pero también eliminando a los negligentes, lo que resulta en una situación ingrata, pero necesaria. Es preciso institucionalizar, asimismo, las auditorías de desempeño, tanto a nivel interno como externo.

Para reducir las grandes brechas que separan a nuestra sociedad es imprescindible fortalecer el modelo de economía social de mercado, que puede construir empresas privadas seguras, rentables, equitativas socialmente y sustentables en el tiempo. El único requisito es que los actores –público y privado– mejoren sustantivamente su desempeño técnico.

Referencia: Mine Health and Safety Management, 2001, edited by Michael Karmis, SME.

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