Las posibilidades que se abren para los países ricos en insumos claves para enfrentar el cambio climático fue el tema central de la reunión “Minerales críticos para la transición energética”, organizada por la Cepal en el marco del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre Desarrollo Sostenible 2023, realizado en Santiago de Chile. 

 “El renovado interés por la minería en la región suscita una serie de desafíos que deben ser abordados para que los países ricos en estos recursos puedan aprovechar las oportunidades y generar un desarrollo sostenible, justo e inclusivo”, se sostiene en el documento base elaborado para el encuentro. 

Una idea central fue que la consecución de un escenario de cero emisiones netas de carbono en América Latina y el Caribe, en línea con el objetivo de limitar el calentamiento global por debajo de 1.5 °C, está íntimamente vinculada a la capacidad de la región de acelerar su transición energética y la electromovilidad. 

En ese sentido, las tecnologías necesarias para esta transformación, tales como los paneles solares, las turbinas eólicas y las baterías de ion-litio, son mucho más intensivas en el uso de minerales en comparación con las fuentes tradicionales basadas en los combustibles fósiles. 

Por ello, es que la creciente demanda de estos insumos y su disponibilidad limitada son objeto de preocupación internacional y, por eso, son considerados “minerales críticos”. 

En la región, el cobre, litio, níquel, cobalto, tierras raras, grafito, entre otros, tienen una importante participación en las cuentas macroeconómicas de los países productores. No es para menos, pues aquí se encuentra el 51% de las reservas mundiales de litio, el 38% de cobre, el 22% del grafito natural, el 39% de plata, y el 17% de níquel, zinc y tierras raras. 

La Agencia Internacional de Energía estima que, en el Escenario de Desarrollo Sostenible para alcanzar los objetivos internacionales como el Acuerdo de París, la demanda mundial de litio puede crecer hasta 42 veces para el 2040, la de grafito 25 veces, cobalto 21 veces, níquel 19 veces y la de cobre 2.7 veces. 

Para satisfacer estos requerimientos se deberá multiplicar la capacidad extractiva y de procesamiento, así como de reciclaje y de circularidad. Todo ello, sin perder de vista que la actividad minera es todavía foco de conflictos socioambientales.