Siendo el Perú un país con una amplia tradición minera, cuando era Ministro de Energía y Minas el recordado Mario Samamé Boggio se instituyó el 5 de diciembre de cada año como el Día del Trabajador Minero, como un justo homenaje al esfuerzo de los hombres y, ahora también mujeres, que día a día sacan adelante a las operaciones mineras.

Lamentablemente esta celebración que debería ser ocasión de reconocimiento para toda la actividad minera en su conjunto, se ve empañada con las recientes noticias de nuevos y recurrentes atentados contra la mina Inmaculada en Ayacucho y los bloqueos constantes en el Corredor Vial Sur, lo que no es admisible y reafirma que el gobierno actual no cautela el respeto básico por el Estado de Derecho.

Sin embargo, conscientes que la minería es una industria de largo aliento que supera ampliamente los regímenes temporales, vaya desde estas líneas nuestro fraterno saludo a todos los trabajadores mineros y, en especial, a aquellos que ven interrumpidas sus labores por actos vandálicos o cierres injustificados de vías.

Gracias a esta labor en las minas subterráneas como en las de tajo abierto, es que la industria minera es uno de los pilares de la economía peruana con un aporte que en cifras actualizadas debe superar el 10% del PBI, significa cerca del 60% de las exportaciones totales y en la actualidad reporta un récord por pago de impuestos y contribuciones.

Como resultado de esas cifras macroeconómicas, la minería tiene un impacto significativo en la balanza comercial y en el tipo de cambio, por las divisas que genera; en el costo del crédito, por la estabilidad a favor del riesgo país, y en el cierre de brechas, dado que con los recursos que aporta, los gobiernos en sus tres niveles, deberían financiar obras a favor del desarrollo sostenible.   

A esto se añade, el amplio encadenamiento productivo que la industria minera fomenta no solo a través de los proveedores de servicios especializados en las propias operaciones que, en muchos casos son empresas comunales, sino también en las adquisiciones de bienes y servicios locales, así como en las compras que hacen los trabajadores en mercados, restaurantes, alojamientos, farmacias, tiendas, entre otros, que inciden en el sostenimiento de pequeños negocios.

En síntesis este Día del Trabajador Minero, más allá de la coyuntura por la que atraviesa el país y la minería en particular, debe servir para resaltar la labor formal, competitiva y solidaria que se desarrolla en las unidades mineras del país y cuyo aporte es fundamental para la economía tanto en sus aspectos macro como microeconómicos.

Además, debemos tener en cuenta que por la transformación hacia una economía verde que atraviesa el mundo, países mineros como el nuestro, tendrán la gran oportunidad de ser partícipes activos de este cambio y recoger los beneficios de una producción limpia de minerales que, sin duda, podría ayudar a la reducción de la pobreza en las zonas más alejadas de los centros urbanos, donde ninguna otra industria llega.

El Director