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APUNTES PARA LA HISTORIA DE LA MINERÍA EN LOS ANDES CENTRALES DEL...

Por: Augusto V. Ramírez, docente de la maestría en Toxicología Ocupacional, Universidad Científica del Sur.

Minería y mercantiles I

Las mercantiles de la Cerro de Pasco Mining

Hasta bien entrado el siglo XX el beneficio minero peruano se caracteriza por la intensidad y vehemencia puestas en cada proyecto y casi siempre la explotación se realiza hasta agotar prácticamente el asiento sin ninguna acción ulterior. Esta práctica de explotación se mantiene al presente con la diferencia que hoy luego de agotar el yacimiento se procede a la remediación del ambiente que se hubiera alterado por la labor minera. 

La minería americana llegó a la sierra central a finales del siglo XIX y acorde con las certidumbres de ese tiempo obró aquí con el mismo talante que en Norteamérica: agotados los recursos minerales en determinada área o yacimiento, por ejemplo en el oeste americano por la muy conocida Fiebre del oro, emprendía la tarea de probar nuevas fuentes mineras fuera de ese entorno. Así acuden a Alaska, un Estado casi ártico, y allí desarrollan con euforia otro frenesí minero al que también llama la Fiebre del oro, pero esta vez de Alaska. 

Previsto el agotamiento de Alaska apuestan acudir a los países sur continentales cuyas minas habían sido portentosas en la colonia española, de esta suerte a mediados de siglo XIX comienzan a llegar los sindicatos mineros americanos y de hecho vienen con talante mercantil pues dividieron las tierras mineras peruanas en tres zonas bien diferenciadas: en el norte llegan a Quiruvilca, la empresa toma el nombre de Northern Perú; hacia el centro se posiciona la Cerro de Pasco Mining, y muy tardíamente acuden al sur y levantan complejos mineros como Southern Copper Corporation. En estos apuntes atañe solo indagar la aventura minera en los Andes del centro, hoy revisemos otras actividades que con exactitud podemos llamar paramineras, cuantimás si su desarrollo fue condición sine qua non para el florecimiento minero. En este contexto interesa perfilar el trabajo de los consorcios mercantiles que acompañaron el desarrollo de la actividad extractiva en el centro del Perú.

Aunque los sindicatos mineros americanos iniciaron su arribo a nuestras serranías desde la mitad del siglo XIX, fue solo al inicio del siglo siguiente cuando alcanzaron su esplendor con la llegada de la Cerro de Pasco Mining, que incluía un staff de curtidos profesionales de minas y de otras diferentes áreas del beneficio del metal, cuyos detalles ya establecimos en anteriores escritos. Aquí un fugaz recuerdo: 

“La mañana del 20 de diciembre de 1901 en el puerto del Callao, un barco mercante descarga pertrechos, equipaje, gentes, pesadas máquinas y herramientas. Entre el staff desembarcan, además de MacFarlan, D. C. Babbitt, quien será el primer Representante de Negocios de la CPI en Lima; Paul S. Couldrey, luego Superintendente General de Minas en el Cerro de Pasco; el renombrado metalurgista E. O. Jager, quien en 1906 sería destinado a Tinyahuarco, E. Klingmall, mechanic's foreman y Nolse Bully Hegan también toman tierra discretamente…”.

Es conocida la historia española de la inicial explotación minera del Cerro y el choque cultural que ella determinó, ahora con la llegada de los americanos ocurriría un segunda fricción entre culturas, pues si bien en el Cerro de Pasco hacía siglos se conocía extranjeros, estos en su gran mayoría eran de linaje latino casi todos españoles aunque también se sabe de franceses, italianos y aún belgas valones, pero ingleses, poquísimos, verbigracia los ejecutivos del Banco de Londres en el Cerro, mas con el arribo americano, los anglosajones se multiplicaron y el caso es que al final solo quedarían estos, empero siempre con pocas excepciones. 

Luego de la independencia, y acaso un poco antes, al caducar el monopolio español el comercio en el Cerro se había liberado y florecieron innúmeras tiendas comerciales a la usanza europea que atendían sobre todo a los acaudalados cerreños mineros, agricultores o ganaderos y a profesionales y técnicos de las minas. La llegada americana desplegó otro sistema de comercio dependiente de la propia empresa minera y solo para sus trabajadores. En este contexto, surgen las mercantiles americanas de la Cerro que con el tiempo se abrirían en todas las minas de la empresa.

Antecedentes 

El siglo terminaba y hacia 1892 las mineras americanas ya se agitaban en el Cerro, el cambio de siglo también catapulta a nuevos vientos industriales en los Andes del centro avatares que se iniciarían con la puesta en marcha de las minas adquiridas por los sindicatos americanos que llegaban a reforzar a sus empresas ya establecidas.

Esta circunstancia trajo consigo el sabido afianzamiento minero de la Cerro en el centro, empero también nuevos métodos de comercio, así la Cerro acometería la moda de las mercantiles para abastecer a sus trabajadores con artículos de consumo, nacionales y extranjeros importados directamente, de guisa tal que, sus trabajadores pudiesen obtener con esta práctica una especie de subsidio económico adicional. 

Con el paso del tiempo la Cerro de Pasco consolida su sistema de mercantiles administradas primero por ella misma a través de su subsidiaria Cerro de Pasco Mercantile con sede primigenia en Smelter, aunque luego con las mismas características habría de inaugurar otra en Oroya y a la postre lograría consolidar una mercantil dependiente en cada mina de su propiedad.

La Cerro de Pasco Mercantile Co.

Una apostilla previa: al sistema de mercantiles propiedad de la empresa no debe confundirse con la primigenia Compañía Mercantil de La Oroya que a inicios del siglo XX por encargo de la misma Cerro compraría con mucho éxito tierras en La Oroya para erigir allí la fundición que como es notorio cambió sustancialmente y para siempre el sino de esa hermosa tierra, pues La Oroya pasó de ser el pequeño poblado del cruce de caminos, a ser eje de la zona minera central y acaso la capital metalúrgica de Sudamérica.

Para 1909 la Compañía Mercantil de La Oroya adopta la denominación de Compañía Mercantil del Perú y en 1933 la Cerro de Pasco Cooper Corporation la subsume, adquiriendo todo el negocio y toma el nombre de Cerro de Pasco Mercantile Co. Luego, casi inmediatamente, la empresa abre sucursales en las hulleras de Goyllarisquizga y Quishuarcancha. 

La visión de la Cerro de Pasco siempre fue consolidar en una sola administración todo lo relacionado al beneficio de la industria minera a su cargo, incluyendo a sus stakeholders, de esa manera ejercía autoridad sobre todas las actividades afines en sus minas, asumiendo también la parte de bienestar como abastecimientos, salud, educación, seguridad y otros. Este sistema laboral, mutantis mutandi, ya había sido aplicado en los inicios de la minería cerreña con el llamado Enganche ya descrito en nuestros apuntes sobre el Cerro de Pasco: “El enganche consiste en comprometer la participación del trabajador a través de un adelanto de parte o la totalidad del salario, antes de que se inicie efectivamente el trabajo e incluso antes de llegar a la mina”

Con las mercantiles la compañía procuraba resolver el problema de suministrar a su personal artículos de la buena calidad en condiciones equitativas, vigilando al mismo tiempo su propio interés, esto fue factible porque las mercantiles de la empresa importaban sus mercaderías directamente de Norteamérica y las trasladaban desde Lima haciendo uso de su sistema de trenes que volvían desocupados luego de haber dejado los concentrados o los minerales en el Callao y, sobre todo, porque su afán nunca fue especular con las ventas, y menos competir con comercios establecidos, lo que al final revirtió en un servicio óptimo para el trabajador.

La Mercantil de Smelter y la del Cerro de Pasco

Ciertamente las mercantiles de la Cerro se iniciaron con una casa principal en la fundición de Tinyahuarco (Smelter) donde los trabajadores por el simple hecho de laborar en la compañía podían obtener por adelantado mercancías de primera necesidad y productos de uso frecuente en la vida diaria cuyo valor sería descontado al final de la quincena o del mes; sin embargo, cierto es que el trabajador a veces veleidosamente también sacaba otros productos que podrían considerarse como suntuarios y casi siempre vivía en deuda. 

Al iniciar su actividad la empresa en el Cerro tuvo la ventaja de encontrar instalados y funcionando negocios comerciales de toda laya, pues conocemos la gran cantidad de inmigrantes allí aposentados, lo que había promovido que comerciantes y mercaderes expertos llegados de Europa, sobre todo de España, se instalaran y florecieran en la entonces Ciudad Real de Minas. De allí que la compañía en el Cerro, no se apresurase en abrir un almacén propio. Sin embargo, no sucedía lo mismo en el nuevo asiento de Tinyahuarco donde ubicaron su fundición. 

Como ya apuntamos, en aquellos días los trabajadores de la mayoría de minas del centro provenían del valle del Mantaro, por lo que en Tinyahuarco sí era dable abrir un abasto y es allí donde estrenaría su actividad mercantil la Cerro de Pasco Mercantile Co. y luego sucursales en las hulleras de Goyllarisquizga y Quishuarcancha. 

De esta guisa la Mercantile devino en el modelo de posteriores mercantiles, incluyendo la de Oroya. Al frente de la primera administración de la Cerro de Pasco Mercantile Co. aparece Mr. Harry. E. Allen, quien por cierto sería el ascendiente de dos altos ejecutivos de la Cerro de los 60: Mr. Harry M. Allen, muy querido gerente general de La Oroya y recordado por ser el último gerente general de La Cerro en el Perú y que paradójicamente fue retenido por gobierno militar cuando expulsó a la compañía, y Mr. Kennett Allen, ingeniero también, y durante años superintendente general de la mina de Casapalca.

En cuanto a comercio la mercantil de Tinyahuarco cumplía con los propósitos de la Cerro para ese entorno, demos una ojeada de cómo la valora el reconocido periodista-historiador Helguero a inicios del siglo XX: “En sus almacenes es posible obtener no sólo objetos de primera necesidad o aquellos de uso más frecuente en la vida diaria, sino también los que construyen verdadero lujo. A este respecto nadie mejor que la Compañía Americana ha resuelto el problema de proporcionar à su personal artículos de la mejor calidad en condiciones equitativas, contemplando, al mismo tiempo, sus propios intereses…”.

Mercantil La Oroya

Como sabemos la Compañía Mercantile de La Oroya compró a ganaderos y agricultores oroinos las tierras donde la Cerro de Pasco levantó el gran complejo metalúrgico que el tiempo consolidaría como La Fundición. En terrenos de la hoy adyacente avenida Wilson igual levantaría bloques de vivienda, hoteles y locales propios para agencias mercantiles y almacenes de depósitos. 

Adicionalmente y de acuerdo a ley la compañía construye un mercado para uso de los oroinos, no obstante, levanta otro local de comercio exprofeso para sus trabajadores ubicado en un punto estratégico que no solo permitiría acceso casi directo a sus obreros emplazados en lo que después se conocería como Campamento Club Peruano. La intención fue que ese local sirviese también a sus empleados vecinos en la misma avenida Wilson e igual a sus profesionales peruanos, a quienes apostaría un poco más allá en el área de los Sudetes. Los americanos los acantonaría en Chulec y también podrían llegar directamente con sus vehículos por la referida avenida. 

La empresa al estilo americano mantenía una rígida jerarquización de sus cuatro planillas que comprendían: obreros, empleados, profesionales peruanos y los expatriados de toda laya que todos conocimos como el Staff, esto derivó en que incluso la zona de vivienda sea diferente para cada quien. 

Una precisión: el llamado Club Social Peruano fue el primer conjunto de vivienda temporal que la Cerro construyó a los trabajadores obreros cerreños que llegaron de Tinyahuarco para levantar la fundición. Fue diseñado como habitaciones unipersonales distribuidas en bloques paralelos con un corredor central y los nombró como lo que eran: Campamentos, lo que implicaba su temporalidad. A esos bloques se agregó una plataforma para deportes y con el tiempo, cinematógrafo, iglesia y el centro de abastos de la empresa (la mercantil). Tristemente este prototipo de vivienda transitoria y personal devino en vivienda definitiva y familiar, lo que imprimió una afrenta a la Cerro. 

La cantidad y calidad de los insumos que dispensaban las mercantiles no tenía nada que envidiar al mejor bazar limeño y aún extranjero: en su primer piso se ubica el abasto surtido siempre con productos frescos que iban de quesos a carnes y charcutería, además de hortalizas, tubérculos y leguminosas. El segundo piso reservado para ropa, arreos personales y exclusivos regalos como relojes de pulso europeos, collares y otros atavíos mayormente para damas o porcelana inglesa y japonesa fina. Nunca faltaron los electrodomésticos importados “made in usa”. 

En las navidades, la cosa brillaba esplendorosa de adornos, luces y pesebres de la más pura estofa y por supuesto juguetes y regalos para todos los bolsillos. Para la época escolar la librería era cosa diferente, aun cuando la compañía dispensaba de gracia los útiles escolares a todos los vástagos de sus trabajadores si alguien pretendía algo sofisticado, con seguridad allí encontraba, por ejemplo, si se buscaba una pluma fuente Easterbrook o un bolígrafo Parker en sus vidrieras lo había. Y como el pago se hacía en descuentos quincenales o mensuales, el precio no dolía ni se sentía.

Aquí un acápite, en los 80 la pertenencia fue, como diríamos hoy, tercerizada y el señor Limas concesionario de la mercantil Casapalca toma el comando administrativo en La Oroya, y justo es decirlo, la calidad siguió siendo la misma. 

Casapalca: del almacén de provisiones de la Backus a la mercantil 

Durante la gestión minera de la Backus y Jonhson y de acuerdo a usos y costumbres, la compañía habilitó uno de los almacenes generales más grandes que hubo en la zona central, en las cercanías de la bocamina y al costado del pequeño espacio que, en los feriados patronales de las Cruces de mayo y las fiestas de San Juan Bautista y San Roque servía de plaza de toros. Este almacén exhibía un surtido de artículos importados y nacionales que podía hacer falta a la comunidad y comerciados a precios asequibles. 

Los artículos extranjeros, importados en su mayoría por la Backus para que sus empleados y trabajadores obtuviesen el beneficio a sus haberes que proporciona tal procedimiento. Es perogrullesco decir que cuando en los 30 la Cerro Mining adquiere la mina, mantiene el mismo sistema de mercantiles desarrollado por más de 40 años en Casapalca y lo amplía. En los 60 la administración de la mercantil Casapalca fue cedida el señor Limas quien la manejaría conservando el mismo carácter de exclusividad.

Morococha 

Como sabemos la Backus y Jonhson también fue propietaria de esta mina y, por tanto, todo lo exitoso de Casapalca fue desarrollado y potenciado aquí. El sobresaliente sistema de comercio no fue ajeno a los morocochinos. Ubicó la mercantil en el poblado mismo, la construyó sólida y amplia para dispensar a obreros y empleados desde el abasto hasta el vestido casi siempre traídos de Lima o el extranjero.

Con la Cerro aparece Tucto, la zona residencial del staff americano, allí ubica un almacén de mejor ver y surtido con productos allí sí todos importados y como quiera que los cárnicos los proveían las ganaderas de la compañía directamente a las casas de los americanos, nunca fue necesario que las esposas de los expatriados subieran a Morococha a hacer el mercado. 

La administración de la Cerro aumenta la producción de las minas y no es menos notable el adelanto y progreso del entorno. Leamos lo que en 1910 relata Helguero de la superación de los obreros mineros morocochinos con la gestión de la Backus y aunque hoy su opinión nos resulte un tanto trasnochada fue real en sus días: “Hoy día, en Morococha, una cuarta parte de la gente peruana se viste con ropa de confección europea o americana. Pocas veces se ve a un cholo que lleve “llanques”… Lo mismo sucede con el resto de su vestido. En vez de ponerse ropa de inferior calidad la lana, tejido en su pueblo natal, se viste como el minero moderno… Ahora, mediante la compra de calzado extranjero, ropa hecha de tela importada, sombreros extranjeros, etc. que pagan todos derechos de importación, contribuye en algo à sostener los gastos públicos de la república”.

En todas las otras minas del centro la Cerro repitió este modelo de mercantil con éxito, incluyendo a Cobriza, su mina postrera.

Epítome: la Cerro de Pasco con sus conocidas mercantiles, anexas a su actividad minera, marcó también su huella en el Perú del centro: sus abastos son indelebles en la memoria de muchas generaciones de mineros y metalurgistas. 

Hasta aquí este rápido peregrinar por las mercantiles que la Cerro mantenía en sus minas y haciendas ganaderas, aún nos queda vislumbrar cómo era el gran comercio en el Cerro de Pasco antes que la empresa apareciese en estas tierras mineras con sus innovaciones mercantes y de hecho el Apunte próximo ha de versar sobre este hecho.

¡Agur minero amigo, aquí os espero! 

Bibliografía

Helguero PS. 1917. Viajando por la República. Imprenta La Moderna. Lima.

Ramírez AV. 2014-2020. Apuntes para la historia de la minería… Revista MINERÍA. IIMP.

Waszkis H. 1993. Mining in the Americas: Stories and History. Woodhead. Cambridge, UK.

Ilustraciones 

1. Mercantil de Cerro de Pasco. Neydo Hidalgo. En Central Hidroeléctrica La Oroya. Ed. Statkraft Perú S.A. Disponible en: https://www.statkraft.com.pe/globalassets/7-statkraft-peru/06-media/pdf-factsheets/libro-la-oroya--bajas.pdf/

2. Mercantil de La Oroya. Revista Pluma Digital. Disponible en: http://www.revistaplumadigital.com/category/cronicas/

3 y 4. Navidad en Mercantil La Oroya. Crédito fotografía: Walter Dacio. Disponible en: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=1505060846490313&set=a.1505060753156989&type=3&theater

5. Campamentos Club Peruano. Crédito Leonardo Huamán. La Oroya Ayer y Hoy. Disponible en https://www.facebook.com/groups/177053376295654/?multi_permalinks=604616820205972&notif_id=1600960412899073&notif_t=group_highlights.

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