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ALBERTO BENAVIDES: HOMBRE QUE HACÍA REALIDAD LOS SUEÑOS

Por: Raúl Benavides Ganoza, director de Compañía de Minas Buenaventura.
Discurso con ocasión del develamiento del busto de Alberto Benavides de la Quintana en la Universidad Nacional de Ingeniería.


Si me permiten definir a mi padre en una frase, les diría que es el hombre que hacía realidad los sueños.

Mi hija Lucía en un simpático artículo que publicó en Semana Económica lo definió como un “hombre de lunes”, ansioso que sea lunes para emprender un sueño y para trabajar para que se realicen los que ya estaban en proceso. En sus últimos años decía que lo que más quería en esta etapa de su vida era tiempo para contagiar sus sueños y ver convertirse en realidad los que estaban ya materializándose.

Debo agradecer a nombre de sus hijos, sus nietos y bisnietos, a las autoridades de la UNI por colocar este busto de mi padre en el campus universitario. Mi padre siempre tuvo un gran cariño por la UNI y, como era él, lo demostró con hechos. Fundó el patronato de la UNI, que hoy preside con entusiasmo y dedicación mi hermano Roque, para becar a los mejores alumnos de la UNI. Entre sus sueños realizados fue la construcción de la sede del Instituto de Matemáticas y Ciencias Afines en la Molina. Local donde se cultiva el talento de los mejores matemáticos del país.

Alberto Benavides de la Quintana, siempre fue un hombre sencillo y humilde, admirado por muchos, sin ser propenso a la figuración.

Sus emprendimientos nunca fueron motivados por el lucro, lo animaba el trabajar para mejorar la condición de vida de los peruanos y lograr el desarrollo de nuestro pais, sin embargo, ha sido uno de los empresarios más exitosos del Perú.

Luchador como pocos, marcado por la formación jesuita de su niñez y juventud, que plasmó claramente en su discurso en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, cuando se le otorgó el título de Doctor Honoris Causa, citando la frase que siempre escuchaba atribuida a San Ignacio de Loyola: “Actúa como si todo dependiera de ti y confía en Dios como si todo dependiera de él”.

Mi padre siempre pensó que todo dependía de su trabajo y de su esfuerzo, mi madre por ello siempre nos repetía: “lo importante es el esfuerzo en la vida hijito”. Vaya que aprendimos esa lección todos los hermanos Benavides, si de algo no nos pueden acusar, es de ser pasivos y poco dedicados. Un día le escuche a mi padre decir que el no creía en los seguros, pues confiaba en su esfuerzo y dedicación para salir adelante en cualquier situación. Cuando fracasó, lo asumió y lo enfrentó para seguir adelante con el entusiasmo de siempre.

Su concepto de la minería era que es un campo fértil para la investigación, por ello decía que hubiera sido un error para él dedicarse a la ingeniería civil. En realidad, lo que le apasionaba más que la explotación de minas era la geología. No era un académico, pero los académicos lo respetaban como uno de ellos, estaba al tanto de todas las nuevas teorías geológicas y estudiaba constantemente las nuevas tecnologías para encontrar yacimientos minerales.

Fue discípulo de Graton, Bateman y McKinstry en Harvard y mantuvo siempre permanente contacto con ellos y con los académicos que los siguieron. Le fascinaba discutir sobre la genética de los yacimientos, sobre la teoría de placas y los continentes a la deriva, la formación de las montañas, los minerales, etc. Con su amigo Carlos H. Plenge podía pasar horas discutiendo sobre procesos metalúrgicos y nuevas tecnologías para tratar minerales. 

Mi padre era un estudioso, eso le permitió tener un vocabulario extenso y una capacidad extraordinaria para expresarse de manera verbal y por escrito, tanto en español, como en inglés.

Marcaron su vida varios personajes, además de mi madre, a quien adoró todos los días de su vida, a su padre Alberto Benavides Canseco, su abuelo don Ismael de la Quintana y su madre, aunque la perdiera muy pronto cuando tenía 15 años. Don Eulogio Fernandini, primo de su madre, fue quien en sus visitas frecuentes al hogar de los Benavides de la Quintana le contaría de sus aventuras mineras y probablemente le trasmitió la emoción de minero al cortar una veta o descubrir un yacimiento.

Robert P. Koenig (Bob), fue desde el inicio de su carrera en la Cerro de Pasco, su mentor. Siempre nos contaba que aprendió a fumar puros porque Bob cada vez que le presentaba un informe geológico le decía que para hablar de geología se requiere hacerlo con tiempo y, al fumar un habano, permitía discutir el informe sin prisa mientras se consumían los tabacos.

Como lo menciona en sus escritos: Fritz Kruger, fue su primer jefe en la Cerro de Pasco, a quien siempre agradeció por sus enseñanzas. Kruger terminó su carrera como profesor de Geología en Stanford. Ulrich Petersen, su amigo entrañable, compartía sus teorías para encontrar la fuente de la mineralización, discutían donde se podría ensanchar la veta para que las soluciones hidrotermales depositen el mineral valioso. Petersen fue el último profesor de Geología económica en Harvard. Kruger y Petersen fueron sus grandes amigos y colegas, fueron sus compañeros de largas sesiones geológicas donde la teoría se convertía en práctica para buscar la siguiente veta o el clavo mineralizado.

Yo conceptualizo, quien sabe con el sesgo claro de ser su hijo, que mi padre era un enciclopedista. Era tan estudioso y perfeccionista que podía discutir de cualquier tema siempre con una base sólida de conocimientos. Esto le permitió ser integrado a la Academia Peruana de la Lengua Española y ser un muy respetado director del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) como lo menciona Germán Suarez, expresidente de esa entidad, en sus memorias: “Alberto Benavides de la Quintana fue parte del directorio del Banco que controló la hiper inflación de los noventas y la redujo a 2%”.

Mi padre era un empresario, no le tenía miedo a asumir riesgos y, por ello, tuvo muchos fracasos, la mina Colquipucro, en las alturas de Yanahuanca, su primer emprendimiento minero y su primer fracaso cuando iniciaba su carrera de geólogo en Cerro de Pasco, lo marcó, pero le enseñó a asumir riesgos con prudencia.

En Buenaventura nos enseñó antes de que se hablara de “valor compartido” en integrarnos a las comunidades donde trabajamos, compartir con estas sus anhelos y trabajar con ellos para lograrlos, en mitigar sus frustraciones y escuchar sus reclamos con respeto y humildad. Es por ello, por lo que siempre desarrollamos en Buenaventura obras hídricas para poder abastecer a los campesinos de agua, trabajamos en llevar la electrificación a sus hogares y nos ocupamos de apoyar a sus escuelas. Es así como logró ser muy querido en Cerro de Pasco, Huancavelica, Arequipa, Ica, Cajamarca, y en otros tantos lugares.

La educación fue su obsesión. Trabajó activamente en apoyarla en todos los sitios que pudo, aquí en su alma máter: la UNI; en la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde funda la Sección Minas; en los patronatos de la Universidad del Pacífico y la Universidad Peruana Calletano Heredia, y al final de sus días apoyando a la madre Luz María Álvarez Calderón en la Universidad de Desarrollo Andino, la única universidad bilingüe quechua-español ubicada en Lircay, Huancavelica.

José de la Riva Agüero en su libro Paisajes Peruanos explicaba que el gran reto de los peruanos desde la Independencia era como conectar la costa con la selva, como dominar los Andes para poder conectar la selva con la costa y lograr dentro de esto una integración del territorio y su gente. Quisiera compartir con ustedes las palabras de mi padre al recibir, aquí en la UNI, el título de Doctor Honoris Causa con un planteamiento integrador e inspirador respondiendo a este reto:

 “Una vez que hayamos conquistado nuestra serranía y logremos incorporarla plenamente a nuestra sociedad a través de vías de comunicación, disponibilidad de fluido eléctrico, desarrollo de su agricultura y ganadería, mayor utilización de sus atractivos turísticos y todo lo que ofrece de positivo nuestra inhóspita cordillera podremos afrontar el reto de conquistar nuestra selva amazónica. En todo lo anterior la minería juega un rol importantísimo, puesto que requiere y justifica desde el punto de vista económico, a mediano plazo, la construcción de la infraestructura requerida, que incluye naturalmente escuelas, hospitales y otros servicios y que a la postre harán posible la incorporación de nuestra serranía a la vida económica del país y, por medio de ella, lograremos que la población indígena peruana participe de la vida de nuestra sociedad”.

Sus hijos, nietos y bisnietos aún sentimos su presencia y la de mi madre cuando vamos al hogar de la familia en la avenida Benavides, él logró tener una relación muy cercana con hijos, nietos y bisnietos. Conocía de nuestros proyectos, nuestras inquietudes y promovía nuestros intereses y nos apoyaba haciéndose parte de nuestros sueños. Es así como logró hacer las obras hídricas para que mi hermano Alberto tuviera agua en Samaca, en los arenales de Ica. Fascinaba a todos, sabía de que hablarle a cada uno, podía hablar de fútbol, de arte, hasta de moda si fuera necesario, con simpatía y gracia, pero luego terminaba hablando de minas y lograba que todos lo escucharan con cariño y respeto, aunque no entendieran sus términos geológicos y desconocieran el lugar del yacimiento.

Nos dejó un ejemplo de amor familiar que todos los cinco hermanos y los 17 nietos estamos empeñados en conservar, es muy grato ver la relación entre bisnietos, todos se sienten orgullosos de ser parte de este clan familiar que con tanto amor lograron formar Elsa Ganoza y Alberto Benavides.

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