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LOS APORTES DE LA GRAN MINERÍA I

Por: Fundación Romero*.


Genera más de 208 mil empleos formales directos, contribuye con casi la quinta parte (19%) de los impuestos que pagan las empresas a la Sunat y representó el 16% de la inversión privada y el 58% de las exportaciones peruanas hasta antes de la pandemia. La actividad minera implica, además, una gran cadena de valor en transporte, proveedores y diversos servicios.

El Perú se ha posicionado como uno de los principales productores mundiales de cobre, plata y oro, y también de plomo, zinc, hierro, molibdeno y estaño, gracias a las condiciones geológicas de la cordillera de los Andes, que es la mayor fuente de depósitos minerales del mundo. Esta, al surgir entre 145 y 200 millones de años atrás, contribuyó a que emergieran determinados depósitos de minerales, ubicándose sobre todo al centro-sur del Perú y al norte y centro de Chile. Además, también cuenta con otros metales que son demandados por industrias como las de China, Estados Unidos de América y la Unión Europea.

Esta realidad, sumada a la ubicación del país en la costa del Pacífico, la estabilidad económica de las últimas décadas y la vigencia de sus Tratados de Libre Comercio (TLC), han hecho que el Perú sea uno de los principales destinos de la inversión minera internacional en Latinoamérica. Esta, junto con la actividad de grupos empresariales locales, ha permitido desarrollar grandes unidades de producción como Las Bambas (Apurímac), Toromocho (Junín) y Quellaveco (Moquegua), por citar algunos ejemplos.

La actividad minera en la historia peruana ha atravesado distintos momentos de auge y crisis, marcados principalmente por las decisiones políticas y orientación ideológica de los gobiernos de turno, así como por las modificaciones que, para bien o para mal, ha tenido su marco normativo a lo largo del siglo XX.

Un ejemplo de un cambio positivo en el plano legal fue la aprobación del Código de Minería en 1950, en el gobierno del general Manuel Odría, que permitió el desarrollo de grandes proyectos como la mina de Toquepala (Tacna), en su momento, una de las más grandes del mundo. El mismo código fue luego modificado por el gobierno militar de Juan Velasco que, por sus políticas intervencionistas y estatistas, frenó el crecimiento del sector y lo sumió en una crisis que incluyó la expropiación de la Cerro de Pasco Mining Corporation (Pasco) y de la Marcona Mining Corporation (Ica). El régimen militar no tenía capacidad para financiar el desarrollo de la industrialización en este sector y tuvo un mínimo efecto en la generación de empleo formal. En esos años la producción de cobre se redujo en 6.45% y la de hierro, en 42%.

Las políticas de Velasco también disminuyeron la capacidad productiva y exportadora, y afectaron las industrias relacionadas con la actividad minera como son las de refinación, fundición y aleación.

La recuperación del sector tomó más de una década y fue recién en los años 90 que, con la apertura del Perú al libre mercado y la privatización de las empresas mineras, se generó un ambiente favorable para la inversión nacional y extranjera que finalmente recuperó atractivo para esta actividad.

Con la aprobación de la Ley General de Minería de 1992 se pudo captar inversiones para proyectos de exploración y explotación que permitieron al país llegar al siglo XXI con una minería lista para aprovechar un superciclo de las materias primas que trajo altos precios de los metales como el cobre.

Fue así que en 2004, nuestro país se constituyó en el productor del 6% del cobre a nivel mundial, a la vez que produjo el 7% del oro y el 16% del zinc.

En el caso de la producción cuprífera, fue determinante el aporte de las minas como Antamina (Áncash), BHP Billinton Tintaya (Cusco) y Southern Perú (Moquegua y Tacna), que, entre 2000 y 2004, tuvieron incrementos productivos de 38.5%, 129.55% y 6.1%, respectivamente.

Respecto a la producción de oro, el incremento se produjo principalmente gracias a la mayor extracción del mineral de Yanacocha (Cajamarca). No obstante, la explotación de este mineral fue menor que la del cobre, debido a la disminución de algunos yacimientos como Pierina (Áncash). Pese a ello, el régimen minero de 1992 favoreció la producción aurífera que creció 2,569% entre 1980 y 2000. En cuanto al zinc, el auge de la actividad fue impulsado por las empresas mineras Volcan (Pasco y Junín), Los Quenuales (Oyón y Huarochirí en Lima) y, en menor medida, Antamina (Áncash).

Mientras que en producción de plata destacaron el desempeño de Volcan, BHP Billinton Tintaya y Ares (Apurímac y Arequipa), que contribuyeron a que la extracción de este metal aumentara 36.6% entre los años 2000 y 2004.

En todos los casos, así como en el incremento de la producción de plomo o hierro, influyó claramente el aumento de la demanda internacional de las materias primas. Por ello, en 2004, los envíos mineros representaron el 55% del total de las exportaciones peruanas.

Este auge de la alta demanda y los precios de los metales dio lugar a que se impulsara en los siguientes años el desarrollo de grandes proyectos mineros que involucraban la construcción de nuevas unidades o la ampliación de la capacidad de algunas preexistentes, como Las Bambas (Apurímac), Toromocho (Junín), Constancia (Cusco) y Cerro Verde (Arequipa).

Archivo Volcan.
Esta es una actividad fundamental para nuestra economía. Genera cadena de valor y da movimiento a cada localidad en que se desarrolla. Además, es un sector con una carga tributaria superior al 50%..


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