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ORO PARA EL CORICANCHA

Por: Jorge Olivari Ortega, Membre du Club de Minéralogie de Montréal.


Una leyenda sobre la procedencia de los incas, refiere que Manco Cápac, quien fuera el primer gobernante de esta sociedad, conjuntamente con su hermana-esposa Mama Ocllo, tuvieron sus orígenes en la Isla del Sol, que se encontraba en el lago Titicaca.

La creación es la acción de concebir o de engendrar a un ser humano, lo que no ocurrió en el caso de Manco Cápac y Mama Ocllo, lo que es un tema muy recurrente en casi todas las leyendas de las distintas sociedades del mundo, existiendo a veces coincidencia de los elementos y de sucesos que hay entre algunas de ellas y una hipótesis científica.

En ese contexto, existe una temática histórico-religiosa en el mito del origen de este primer inca.

El lago Titicaca está ubicado en la meseta del Collao, entre los departamentos de Puno (Perú) y La Paz (Bolivia), a unos 3,800 msnm, con un área de casi 8,300 km², 196 km de longitud y 72 km de ancho. 

Entre sus islas principales figura la Isla del Sol, conocida igualmente como Isla Titicaca, está ubicada al sur-este del lago (longitud este 69º10' y latitud sur 16º01') y fue un lugar sagrado para esta cultura.        

También indica la leyenda, que al arribar los incas al Cusco su futura capital imperial, se ordena que de inmediato se construya un adoratorio para su dios creador el Sol.

«...Curicancha, que quiere decir cercado de oro, lugar donde después fue aquel tan célebre y tan riquísimo templo del sol...» (Pedro Cieza de León, pág. 34).

Existen todavía evidencias materiales del Coricancha, destruido casi totalmente por los invasores españoles, así como referencias escritas sobre el oro utilizado en él.

Al parecer el metal precioso, debió proceder de la región de los callahuaya, los cuales habrían contribuido con las planchas de oro utilizadas para decorar el adoratorio para el Sol.

«...Colla Capac que fue señor universal de todo el Collao y en el Cuzco hizo sacrificar al sol y trujo cantidad de oro y plata de aquella provincia, el cual acabó la casa y templo del sol y dotóle, dándole de toda la tierra que había conquistado lo más precioso...» (Martín de Murúa, pág. 77).

La región de los callahuaya, llamada por los españoles Carabaya, era rica en este metal precioso y formaba un señorío que ocupaba el oriente del Collasuyo.

Esta zona pasó después a integrar parte del Imperio Incaico, ubicada en el llamado Antisuyo, correspondiente a tierras calientes y selváticas, muy cerca de la tribu de los chunchos, los cuales adoraban a los llamados otorongos o tigres andinos.

El momento preciso del arribo de los incas al valle del Cusco es desconocido hasta la actualidad, a pesar del trabajo laborioso de los arqueólogos. Algunos consideran que fue desde comienzos del siglo xv, sin embargo, la historia del origen de los incas es en gran parte legendario.

Según la tradición, cerca del año 1200 d.C. los incas establecen en Cusco su capital. Pensaban en aquellos tiempos, que el oro era una materia divina, que era las lágrimas de su dios creador el Sol, probablemente por su color y por su brillo.

«...cuando hallaban una grano grande de oro en las minas, sacrificánbanle y henchiánlo de sangre, y poniéndolo en su adoratorio, decían que estando allí aquella huca o lágrima del Sol, todo el oro de la tierra se venía a juntar con él...». (Cristóbal de Molina «el almagrista» pág. 330).  

Es importante mencionar que la mayor parte del conocimiento del oro es casi reciente, en los últimos cien años se han desterrado falsas ideas sobre sus orígenes; su búsqueda constante incentivo el desarrollo de la geología.

Los minerales que contienen oro se originaron al mismo tiempo que la tierra. A veces, los podemos encontrar en la parte superior de la corteza terrestre.

El magma que se compone entre otros, de minerales que contiene oro, vapores de agua y de gas, y que se encuentra en las profundidades de la tierra en estado líquido por el calor existente en el lugar, en un determinado momento fue impulsado hacia la superficie por fuertes presiones subterráneas, rellenando las grietas existentes.

Estos movimientos telúricos explicarían la formación de la cordillera de los Andes; en el momento que esto se producía, se iba fisurando la corteza terrestre y permitía que el magma rellene las fisuras con minerales con contenido de oro.

Este relleno puede ser completo en estas cavidades, aunque algunas veces quedan espacios abiertos. Primero se originó la cavidad y luego la deposición del mineral.

Las características de las fisuras dependerán, entre otros factores, de la composición física y tipo de roca donde se produce ésta: si la roca es dura, compacta y homogénea, la fisura será bastante regular; si la roca no es dura y de fácil rotura, la fisura será irregular.

Los filones de oro que se ubican casi siempre en alturas elevadas donde han aflorado por la erosión glaciar, varían en forma y tamaño, dependiendo de los rasgos de la fisura.

Gran número de yacimientos auríferos se ubican a lo largo del borde occidental de los Andes, algunas veces afloran en la superficie, en función de la topografía del terreno, muchos de los cuales serían en forma accidental, hallados y aprovechados por los incas.

Los filones de oro pueden ser verticales o algo inclinados –vetas– incluso tendidos –mantos– siendo la mayoría estrechos y de poco espesor –potencia del filón–. Su profundidad varía de unos pocos metros a varios kilómetros, estos pueden ampliarse o estrecharse en profundidad, igualmente ramificarse y volverse a reunirse.

A este tipo de yacimiento, donde las partículas auríferas se encuentran prisioneras casi siempre en una ganga de cuarzo, se le denomina primario de oro, y los derivados de estos por la erosión, se les designa como secundario de oro.

El oro tiene la particularidad de no descomponerse con los agentes atmosféricos. Estas estructuras mineralizadas que contenían partículas de oro con otros elementos, fueron separadas por la propia naturaleza durante procesos de millones de años, dando origen a los llamados placeres, que fueron causados por la acción conjunta del viento, de las aguas, de la gravedad y de los cambios de temperatura, que fracturaban y desagregaban en forma lenta estas estructuras, dejando libre las partículas auríferas.

Placer fue un término adoptado por los mineros españoles, por la satisfacción en referencia al sentimiento sentido al encontrar un rico depósito detrítico de oro.

Cuando la erosión del yacimiento primario tiene lugar en el mismo sitio, sin existir transporte, el placer aurífero es denominado eluvial, si lo hubiera, se llama aluvial.

En el transporte mediante el recurso hídrico del producto erosionado, la clasificación y la concentración de este empieza en forma activa, las partículas de cuarzo y de los otros componentes son arrastrados, mientras que las de oro tienden a hundirse.

La forma de las partículas auríferas interviene en el arrastre, si es esférica y de poca superficie se hundirá con poco esfuerzo que una del mismo peso, delgada y plana; la distancia que recorren estas partículas dependerá de la rapidez del fluido acuífero.

Los denominados placeres aluviales se emplazan con frecuencia en los lugares donde la corriente de agua disminuye bruscamente, en lugares con obstáculos que detienen el normal discurrir de las aguas y también en las intersecciones con otras corrientes.

Estos placeres tienen en general una estructura arenosa y están compuestos de grava, de piedras, de desechos de rocas y principalmente de partículas de oro. Por su color y su brillo, estas partículas pueden ser observadas a veces en forma redondeadas, a las cuales las han llamado pepitas de oro.

Otro elemento de la naturaleza que ha participado en la formación de los yacimientos secundarios de oro fue la nieve, que logró erosionar los filones, y luego transportar el producto, acumulándolos en grandes extensiones, formando las llamadas morrenas.

La región de los callahuaya, que poseía ricos yacimientos primarios y secundarios de oro, fue anexada al Estado inca durante el gobierno de Pachacútec. Asimismo, este inca, después de haber subordinado todo el Collasuyo, realizó una expedición ordenada en la búsqueda de minas, principalmente de oro, en esa región.

«...el que se saca en las minas de Callauaya o Callahuaya es finísimo, de a venticuatro quilates, y aun pretende pasar de ellos...». (Garcilaso de la Vega, pág. 373).

Señalan que Cápac Ome Tallama era la titular colla de estas ricas minas de oro a la llegada de los incas, ella pertenecería al grupo de poder que perduró de Tiahuanaco.

Esta región de callahuaya después del derrumbe de Tiahuanaco forma la denominada Mollo, una sociedad que se expande por los valles desde Macusani hasta Ambané; esta región había sido antes de los puquina, quienes eran los encargados del culto solar en la isla Titicaca o isla del Sol, ubicada en el interior del lago Titicaca.

Según la leyenda, Manco Cápac tuvo sus orígenes en esta isla; otros opinan que esta le sirvió como refugio cuando al parecer, fue invadido y destruido Tiahuanaco.

Además, indican que fue Túpac Inca Yupanqui, hijo de Pachacútec, quien conquistó esta región aurífera, además de los yacimientos mineros de Porco y de Chuquiabo.

Por su difícil acceso, el gobernante Túpac Inca Yupanqui encarga buscar nuevas entradas a Ari Capacquiqui, haciéndolo por Characane y Camata, para lo cual construye puentes sobre los ríos caudalosos, pero obtiene poco éxito; después Huayna Cápac, encarga al hijo de este buscar nuevos caminos, y llega el valle Apolobamba.

Como recompensa el inca ordena que los curacas de Callahuaya puedan desplazarse en andas como él mismo, incluso que sus médicos sean los encargados de la salud de la nobleza y del propio gobernante, además de ser portadores de su litera.

Ellos tenían que interpretar los sueños del gobernante inca con las hojas de coca, con las observaciones de los astros y con algunas entrañas de animales, además, saber los sucesos futuros, así como también los fenómenos atmosféricos a producirse.

Los callahuaya (palabra derivada del aimara: qolla significaría medicamento y waya, llevar en el hombro) fueron muy respetados por los incas por sus conocimientos en medicina y por ser intermediarios entre las sociedades de las alturas y de la selva.

La conquista inca de esta importante región tenía como finalidad sus minas de oro.

Túpac Inca Yupanqui determina explotar intensamente los yacimientos auríferos del Carabaya, ordenando aumentar la población con mitimaes procedentes de la ribera de Omasuyo del lago Titicaca, que tenían por idioma el puquina y el aimara. Se trasladó habitantes de los pueblos de Azángaro, Asillo, Oruro y Nuñoa, entre otros.

El oro estaba íntimamente relacionado con el poder y la posición social, su obtención y uso, era un monopolio exclusivo de los incas gobernantes.

El culto al dios Sol, del cual los incas decían descender, estaba muy vinculado con el oro (cori, oro en quechua) que consideraban eran sus lágrimas y les pertenecía.

La religión formaba parte de cada momento de los integrantes de la sociedad inca, fue uno de los factores más significativos para desarrollar la minería aurífera, siendo uno de los puntos centrales para sus rituales religiosos, la construcción de Coricancha.

El fundamento de la religión inca consistía en la unión íntima con el poder político y las organizaciones del Estado, reforzando el poder del inca gobernante, hijo del Sol.

Desde el primer inca gobernante, el Coricancha, adoratorio del dios Sol, llamado también Inticancha (inti significa sol en quechua, idioma de los incas), fue siempre embellecido y en forma constante, aumentaban sus riquezas con objetos de oro.

«...el magnifico y solemne templo del sol, al cual llamaban Curicanche, que fue de los ricos de oro y plata que hubo en muchas partes del mundo...». (Pedro Cieza de León, pág. 337).

La residencia terrenal del Inti era el Coricancha, donde estaba acompañado con otras divinidades incas, también con dioses de comunidades conquistadas, así como con las momias de los antepasados gobernantes y de gran cantidad de objetos de oro.

Esta construcción religiosa estaba en el denominado Hurin Cusco o región de abajo.

«...en nombre de su Ticiviracocha y del sol y de los otros sus dioses, hizo la fundación de la nueva ciudad, el original y principio de la cual fue una pequeña casa de piedra cubierta de paja que Manco Capac con sus mugeres hizo, a la cual pusieron por nombre Curicancha, que quiere decir cercado de oro...». (Pedro Cieza de León, pág. 34).

Para edificarla se utilizó la andesita basáltica, procedente de las canteras Rumicolca y Waqoto, cercanas al Cusco. Esta roca volcánica de color gris oscuro fue labrada, muchos bloques eran de gran tamaño, la mayoría estaban bien colocados y estables.

Los muros con esta roca, resistente a las inclemencias ambientales, eran bastante duros. Estaban algo inclinados y bien alineados, y los vanos o aberturas que servían como puertas o ventanas, eran de forma trapezoidal.

Para lograr una buena unión entre los bloques de andesita, hacían salientes en unos y en otros entrantes, luego los acoplaban quedando bien unidos y asegurados; también lo lograban colocando un bloque encima de la unión de los otros dos bloques.

El piso de este santuario estaba cubierto con arcilla, el techo con paja bien asegurada para evitar el ingreso de numerosos insectos y del agua de las lluvias. Un sistema de fuentes de agua y de canales para el riego de los jardines, rodeaba el santuario.

Esta construcción disponía de numerosas piezas para albergar a las distintas deidades, entre ellas el Templo de la Luna, que dicen que en la parte central tenía una estatua hecha íntegramente de plata; también estaba el Templo de las Estrellas, lugar donde se veneraban a los planetas, el Templo del Rayo, entre otros más.

Algunos suponen que los frisos o bandas existentes en la parte superior de las paredes exteriores e interiores eran de oro, de una palma de alto, colocadas a tres metros del suelo, otros indican que sus muros estaban totalmente cubiertos con planchas de oro.

El oro posee la propiedad de la maleabilidad: capacidad de reducirse en forma fácil mediante golpes en láminas de hasta diez milésimas de milímetro de espesor sin romperse. Una onza de oro puede proporcionar láminas de hasta 28 metros cuadrados.

Manifiestan la existencia de un jardín sagrado, donde había estatuas de oro de tamaño natural de auquénidos andinos, de plantas de maíz, incluso de hombres, todos estos objetos se encontraban en los andenes construidos en la parte exterior del Coricancha.

El oro funde a una temperatura de 1,063 ºC, permitiendo obtener oro líquido en los crisoles, utilizando solo carbón vegetal y tubos de sopladura para atizar las brasas; esto para confeccionar objetos con este metal mediante el método de cera perdida.

Para obtener estatuas de oro de tamaño natural, el orfebre inca hacía en primer lugar un modelo de arcilla y lo cubría con cera, volviéndolo a cubrir con arcilla, luego calentaba la cera que fluiría por un agujero atravesado en el fondo del molde, dejando un vacío, después se vertía el oro fundido, se dejaba enfriar y se rompía la arcilla.

El dios Sol estaba representado en forma humana, el ídolo tenía el tamaño de un niño de unos ocho años de edad, confeccionado totalmente de oro. Sostienen que llevaba orejeras, pectoral, mascaipacha y que de su cabeza salían unos hilos como rayos.

El oro tiene la propiedad de la ductibilidad: permite obtener hilos finos sin romperse. Con una onza de oro puede obtenerse un hilo de hasta 400 metros de longitud.

Gran parte del metal precioso que obtuvieron los incas para utilizarlo en el Coricancha, debió proceder de los yacimientos auríferos de la región de los callahuaya, explotados con técnicas mineras que se adecuaron a sus características geológicas y topográficas.

Los primeros cronistas mencionan una serie de minas auríferas de esta región, como en las morrenas de Ancocala y Poto, en los placeres aluviales de Iparo, Aporoma, Cachicachi, Chunchusmayo y Llenqueni, así como de diversos placeres aluviales. Se estima que los incas llegaron a obtener un promedio de quince mil arrobas de oro por año.

El Coricancha fue saqueado y destruido por los invasores españoles a partir del año 1532, no quedando ninguna lágrima. Sobre sus ruinas, edificaron un santuario para su dios.

Los ídolos que representaban a las deidades de la sociedad inca y de las culturas pre-incas fueron arrasados, es decir, los dioses también son aniquilados y olvidados.

Mientras los invasores españoles se enseñoreaban del territorio, las minas de oro del Carabaya seguían siendo explotadas por los descendientes de los gobernantes incas.

Sayri Túpac, hijo de Manco Inca y Cura Ocllo, había heredado los bienes de su padre, entre estos, las minas del Carabaya que habían pertenecido a Túpac Inca Yupanqui.

Paullu Inca, hijo de Huayna Cápac y Añas Collque, era hermano paterno de los gobernantes Huáscar, Atahuallpa y Manco Inca. Se menciona que él además de minas auríferas en Carabaya, poseía una mina subterránea denominada Boca de Lobo en Aporoma, una región aurífera limítrofe a la de Carabaya.

Refieren que en el Imperio Incaico los yacimientos auríferos de origen primario eran exclusivos de los gobernantes incas y los secundarios de los curacas locales.  

Bibliografía

Cieza de León, Pedro de. 1977. «El señorío de los incas». Editorial Universo S.A. Lima, Perú.

«La crónica del Perú». 1984. Historia 16. Madrid, España.

Molina, Cristóbal de. 1968. «Conquista y población del Perú». Editores Técnicos Asociados S.A. Lima, Perú.  

Murúa, Martín de. 1987. «Historia general del Perú». Madrid, España.

Vega, Garcilaso de la. 1998. «Comentarios reales de los incas». Editorial Porrúa. México D.F., México. 

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