Por: María José Ochagavía, Regional Director Community Engagement and Social Performance - South America, Hatch.

Rohitesh Dhawan, Director Ejecutivo del International Council on Mining and Metals, lo ha dicho fuerte y claro “todo aquello que nos trajo hasta aquí no es lo que nos llevará a la siguiente fase en nuestra relación con la sociedad, lo que – a su vez – requiere que nos comprometamos de manera diferente”, declaración que pone total foco a la “S” dentro de ESG, aquella que releva los factores relacionados con el impacto de las empresas en la sociedad y las comunidades, desde una perspectiva amplia de futuro.

Lo anterior es secundado por el Top Mining and Metals Risks and Opportunities in 2023, de EY, donde la licencia social para operar se establece como el cuarto riesgo más crítico para la industria, lo que releva la importancia de la “S” dentro de ESG, factor que incluye la contribución hacia las comunidades y el trabajo colaborativo con las mismas, buscando cohabitar el territorio de forma armónica, generar apalancamiento productivo y valor compartido, permitiendo así el correcto desarrollo de los proyectos y el beneficio de largo aliento para los territorios que los acogen.

Y es que la gestión social ha transitado desde la Responsabilidad Social Empresarial a la sostenibilidad, entendiéndose ya no como una gestión paralela al negocio, sino como un elemento que debe estar 100% integrado al mismo. En este sentido, la “S” se concibe hoy como un elemento de riesgo, fuertemente conectado con aspectos reputacionales y de posicionamiento de las organizaciones.

Por esto, mirar y gestionar con atención este aspecto de la sostenibilidad, e integrarlo a la estrategia de negocios y a la forma de operar, permite al sector privado realizar inversiones relevantes de manera responsable, además de contribuir a la sociedad y a las comunidades locales donde opera, lo que a su vez facilita la expansión de las operaciones y genera mayores oportunidades para obtener y mantener la licencia social para operar.

Dada la relevancia estratégica de esta temática en los últimos años, Hatch aterrizó en todo Sudamérica, incluyendo Perú, con su práctica de Community Engagement y Social Performance (CESP), la que ofrece servicios que reducen la brecha entre los objetivos comerciales y las necesidades sociales de las comunidades. La práctica de CESP se estableció en 2018 a nivel corporativo y, desde entonces, se ha expandido por Canadá, Australia, África y ahora también Sudamérica, donde llega de la mano de María José Ochagavía, directora a nivel regional y ex Gerente de Sostenibilidad y Relaciones Comunitarias para Latinoamérica en Softys (Empresas CMPC). 

Así, y gracias a un equipo de más de 40 social practitioners, que combinan el conocimiento internacional de las mejores prácticas y los más altos estándares en desempeño social, con la comprensión de los territorios y sus realidades particulares, se logra una hoja de ruta para el crecimiento socioeconómico sostenible, además de materializar uno de los principios clave del Manifiesto de Hatch “pensar globalmente, y actuar localmente”. 

Lo anterior correlaciona con el foco de Hatch, empresa que adhiere al Pacto Global de la Organización de las Naciones Unidas y que trabaja por contribuir al avance de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.